Poco se sabe del juicio por abusos de menores contra el Card. George Pell, celebrado en Australia, fuera de que el jurado lo ha declarado culpable. El juez ha prohibido publicar cualquier información sobre el proceso o las pruebas. Pero la orden solo se puede aplicar a los medios australianos, y la Catholic News Agency (CNA) de Estados Unidos ha hablado con personas que testificaron o estuvieron presentes en las distintas fases de la investigación y del procedimiento, y ofrece datos que contribuyen a iluminar el caso. Resumimos el artículo elaborado por Ed Condon para la CNA.
Card. George Pell está acusado de abusos de menores en los años 70 en Ballarat, su ciudad natal, cuando era sacerdote, y en los años 90 en Melbourne, poco después de su entrada como nuevo arzobispo de la diócesis. A petición de la defensa, unos y otros cargos se juzgan por separado. El proceso recién concluido se refiere a los más recientes; los otros se verán en marzo próximo. Con la prohibición de informaciones sobre el primer juicio, el juez quiere evitar que influyan en el segundo.
En el reciente proceso, concluido el 11 de diciembre, la acusación sostuvo que Pell abusó de dos niños que eran miembros del coro de la catedral en la sacristía del templo, al término de la misa dominical de las 10.30 presidida por él, entre agosto y diciembre de 1996 (había sido nombrado arzobispo en julio de ese año). Uno de los dos murió en 2014, y el otro testificó contra Pell en la vista.
En junio pasado ya se había celebrado juicio contra el cardenal, pero hubo que repetirlo porque los miembros del jurado no llegaron a un veredicto unánime: votaron 10 a 2 a favor de la inocencia de Pell.
Un solo testimonio
Según el libro Cardinal. The Rise and Fall of George Pell , de la periodista Louise Milligan, el fallecido dijo a su madre, al menos dos veces, que no había sido objeto de abusos sexuales. Cuando ya había muerto, el otro dijo a la madre que Pell había abusado de ambos.
No hay testigos que hayan corroborado el relato de los abusos. En cambio, las declaraciones de varias personas en el juicio o en la instrucción del caso pusieron en duda la versión del acusador.
Cuando Pell fue nombrado arzobispo, la catedral de Melbourne estaba en obras, y por eso él no pudo utilizarla para su ingreso solemne. Durante el periodo señalado por la acusación, Pell celebró allí la misa dominical en solo dos ocasiones.
El sacerdote que le asistía en las celebraciones dijo que siempre estaba con él en la sacristía después de la misa, y que el cardenal no pudo quedarse solo con otras personas. Uno más que trabajaba en la catedral considera improbable que Pell pudiera haber cometido en ese momento y lugar los hechos de que le acusan porque necesitaba ayuda para quitarse las vestiduras litúrgicas. Otras personas también lo ven inverosímil porque la sacristía es un lugar abierto que tras la misa suele estar llena de gente.
Por otro lado, en esa época el coro permanecía en la catedral después de la misa mayor para ensayar cantos de Navidad que iban a grabar más adelante. El entonces director del coro declaró que no era imposible que dos niños se ausentaran o llegaran tarde, pero no recordaba que hubiera sucedido nunca. Otra fuente consultada por la CNA afirma que la ausencia de dos voces blancas en el ensayo difícilmente podría haber pasado inadvertida.
Cuestión de credibilidad
Pese a haber una sola alegación contra Pell e indicios que la cuestionan, el jurado dio veredicto de culpabilidad. Esto ocurre a veces con los abusos sexuales. En esos casos, de los que casi nunca hay testigos, se suele probar la culpabilidad de los reincidentes que abusan de varias víctimas, gracias a la concordancia de las acusaciones. Pero, si como sucede con Pell, el testimonio es uno solo, lo decisivo puede ser a quién crea el tribunal o el jurado. Según las fuentes de Condon, el juez prohibió tanto a la acusación como a la defensa argumentar a favor o en contra de la credibilidad del acusador. Sin embargo, el jurado le ha dado crédito, mientras que posiblemente, concluye el periodista, se haya llevado una mala impresión de Pell porque rehusó declarar en el juicio, al parecer por consejo de su abogado.
En Australia se ha discutido si, en estos casos de gran notoriedad pública, no sería mejor prescindir del jurado, que puede llegar influido por la abundante cobertura en los medios sobre lo que han de dirimir. Pero en Victoria, donde Pell es juzgado, no hay, a diferencia de los demás estados australianos, opción a pedir un juicio sin jurado.
Una absolución
Hasta aquí la información de Condon. Unos días antes de que se conociera el veredicto contra Pell, otro obispo australiano fue absuelto en apelación por un juez de Nueva Gales del Sur. Mons. Philip Wilson, exarzobispo de Adelaida, había sido condenado en mayo por encubrimiento de abusos en su diócesis. Según la acusación, en 1976 conoció la denuncia de dos monaguillos contra un sacerdote, pero no hizo nada. Aquel sacerdote fue denunciado a la policía por nuevos abusos en 2004, y finalmente fue juzgado y enviado a prisión.
La condena a Wilson ha sido anulada porque, según el juez, no hay pruebas de que efectivamente fuera notificado de los abusos. Como en el caso de Pell, contra él solo había el testimonio de una de las víctimas, a la que el juez que lo declaró culpable consideró creíble y sin motivo para acusar falsamente al arzobispo.