Llevo ya dos entradas dedicadas al problema del desempleo juvenil. En ellas llegamos a la conclusión de que el paro es, en buena parte, un problema de baja productividad, respecto del salario (no solo, claro, pero sí en parte). Y expliqué qué se puede hacer para mejorar la productividad (muy por encima: hay otras muchas acciones posibles). Claro que también podemos actuar sobre los salarios.
Sí, reducir los salarios es una manera de aumentar la demanda de trabajo: si, siguiendo con el ejemplo que puse en una entrada anterior, el empleado aporta 100 unidades a la producción, que se venden a un euro cada una, y su salario baja a 80 euros, la empresa se verá animada a contratar nuevos empleados. También puede quedarse con los mayores beneficios, claro, pero no podrá hacerlo si la competencia es fuerte.
Pero… los salarios son la base de la renta de las familias. No podemos seguir bajando los salarios. Pero -ya lo dijimos-, tampoco podemos subirlos. Ahora bien, lo relevante no es el salario, sino el coste total que para la empresa tiene el factor trabajo. Y en ese coste aparecen variables como los impuestos y las cotizaciones sociales (y costes administrativos, etc.) Podemos facilitar el empleo juvenil bajando no los salarios, sino los otros costes. Lo que nos plantea otro problema (¿quién dijo que la economía era fácil?): habrá que financiar el déficit público que generará la reducción de los ingresos fiscales o de la seguridad social. Pero si se hace, por ejemplo, mediante una subida del IVA, se está penalizando el consumo y abaratando el trabajo. No es mala idea, ¿verdad?
¿O estamos haciendo trampas?: porque mejoramos los ingresos del trabajador y luego subimos el precio de venta de los bienes que compra… Es verdad, pero hay una diferencia: el IVA repercute en las rentas de todos los que compran, sean rentas del trabajo o no, mientras que las cotizaciones sociales repercuten solo en las rentas del trabajo. Estamos llevando a cabo una redistribución favorable al empleo. Está bien, ¿no?
Sí, me dirá el lector, pero también gana la empresa, por la reducción de los costes de trabajo. Claro, porque lo que hay que conseguir es que las empresas se animen a contratar más trabajadores, porque son más baratos. Y son más baratos porque aumenta su productividad, porque bajan sus salarios o porque bajan otros costes. ¡Ah! y no olvidemos los costes de despido, que son un componente importante de la causa por la que las empresas no contratan a todos los trabajadores que podrían… Y las falta de flexibilidad en el empleo…
Hay, claro, otras soluciones. Una es que las empresas que puedan hacerlo paguen salarios más generosos. Sí, ya sé que esto parece algo utópico, pero hay empresas que pueden hacerlo (y algunas lo hacen). Y otra solución es seguir pagando salarios bajos, muy bajos, para animar a las empresas a contratar, y luego mejorar la situación de los empleados mediante políticas del estado del bienestar: enseñanza gratuita, sanidad barata y otros servicios subvencionados. Al final, lo que importa no es el salario nominal que el trabajador se lleva a casa, sino su poder adquisitivo (aunque los sindicatos no suelen apoyar este tipo de actuaciones).
Pero al decir esto estoy ampliando el marco de actuación del mercado de trabajo al educativo (como expliqué en otra entrada), y ahora al fiscal, al estado del bienestar… ¡Uf! ¿Quién dijo que la economía es sencilla? Pero… al final resultará que es verdad que podemos tener soluciones para (casi) todos nuestros problemas, si estamos dispuestos a trabajarlas, asumir nuestras responsabilidades y empezar a pensar en los demás.