Blog Antonio Argandoña.-Hace un tiempo presenté en un congreso un trabajo titulado “Frugalidad” (los artículos científicos con una sola palabra suelen llamar la atención con más frecuencia que los títulos largos). Hablaba de la frugalidad como virtud, no como necesidad impuesta por la pérdida de ingresos. Ahora a esto lo llamamos “austeridad“, aunque pensamos más en los recortes que el gobierno impone a sus funcionarios o a los usuarios de sus servicios que en el virtud consistente en no estirar el brazo más que la manga. Pero, obviamente, la austeridad impuesta tiene mucho que ver con la austeridad autoimpuesta.
Sí, ya sé: esto es arbitrario, no puede tener en cuenta las distintas necesidades de las personas, es una pérdida de libertad… OK, concedido. Pero, ¿tienen que colaborar los demás ciudadanos, con sus impuestos, en la financiación de la televisión de pago del parado? Con todas las críticas que se quieran hacer a la iniciativa irlandesa, me parece muy bien que se ayude a las personas que necesitan un auxilio para pagar sus deudas a reconocer lo que es necesario para vivir y lo que son necesidades artificiales. Lo de menos es la cantidad exacta de dinero; lo que me parece importante es la reflexión sobre cuánto debe medir al brazo, cuando la manga se ha quedado corta. Y esto tiene que ver con la virtud de la frugalidad. O con la austeridad como modo de vida, no como imposición del gobierno, o de los mercados financiero, o de la troika, o de la señora Merkel…