Jorge Gonzjaález Guadalix.Los organismos públicos en general, y los ayuntamientos en particular, tienen una cierta predisposición a convertirse en dueños de todo lo que ellos consideran que es “del pueblo”. A nada que te descuidas, y he sido cura de pueblo muchos años, te das cuenta de que cosas que la gente te dice que habían sido de la Iglesia desde siempre mira por donde han devenido en propiedad municipal. Como es del pueblo, el ayuntamiento se lo adjudica, administra, utiliza, compra, vende, permuta y desde luego se lo apunta en su haber.
¿Por qué pasan estas cosas? Pues parte por desidia de la Iglesia y de los señores curas párrocos que hemos estado convencidos de que lo material no era lo más importante –cosa que es verdad- y por otra parte porque los ayuntamientos, que nos creíamos que eran buena gente y colaboradores de la parroquia, y algunos particulares, salieron demasiado listos.ü
Es incalculable la cantidad de bienes que ha perdido la Iglesia por pura desidia. Convencidos erróneamente de que “to er mundo e güeno2, poco a poco nos han ido despojando de un patrimonio conseguido por la generosidad de los fieles que, cuando fuere, y por las razones que se alegaran, decidieron donar la casa de, el prado de, o la cerca de no sé dónde a su parroquia o a la diócesis.
La mayor parte de las veces estas donaciones quedaban en documento privado, si acaso, o como mucho anotadas en el libro becerro de la parroquia. Y como no había papeles, siempre ha habido espabilados que, a lo tonto lo tonto, se hacían su expediente de dominio, escritura y registro de la propiedad, que eso y no otra cosa es una inmatriculación: reconocer legalmente en el registro de la propiedad lo que ya era propiedad de facto. En esto ha habido particulares y ayuntamientos del todo expertos.
Diócesis y parroquias han espabilado finalmente, y se han puesto manos a la obra para legalizar sus propiedades, muchas de las cuales no tenían documentalmente casi nada. Pues perfecto. Es lo que hay que hacer. Legalizar y poner todo en orden.
Pues hay que ver cómo se ha cabreado el personal. Ayer, en el debate sobre el estado de la nación, el PSOE otra vez a vueltas con el tema. No pasa nada. Si hay que modificar un artículo de la ley hipotecaria se hace. Sin problemas. Pero el problema de fondo es otro: es pretender adueñarse supuestamente para el pueblo de cosas que son de pertenencia exclusiva de la Iglesia católica.
Lo hacen muy bien. Contraponen Iglesia y pueblo con la demagógica afirmación de que es mucho mejor que una cosa sea del todo el pueblo y no de la Iglesia, como si el templo parroquial, por ejemplo, no estuviera más a disposición de todo el pueblo, y mejor administrado en manos de la Iglesia que no del ayuntamiento de turno y sus caprichos.
Ítem más que en esto hay que respetar sobre todo la voluntad del donante, por ejemplo la de doña Maruja, tía de doña Rafaela, que regaló el huerto de arriba a la iglesia para culto de San Antonio, y no para que el ayuntamiento hiciera despachos nuevos. Por ejemplo.
Recuerden aquello de “to pal pueblo”. Pues eso. Mientras lo han podido hacer, todos felices. En cuanto la Iglesia ha espabilado, otra vez los del PSOE y los más rancios anticlericales acusando de poco menos que de adquisición fraudulentas de bienes. Se siente. Bastante nos han robado a la Iglesia con la cosa de que teníamos todo sin papeles. Pues se acabó.
P.D. No soy abogado, seguramente algún lector experto en derecho pueda afinar más en el concepto de inmatriculación.