Periodista digital.Ayamonte es el paradigma del ‘boom’ de la construcción en la costa andaluza. En las últimas décadas este pueblo de Huelva ha dado trabajo en el ladrillo a miles de jóvenes que, sin más formación que la ESO, vivieron días de vino y rosas con sueldos -que ya quisieran muchos ingenieros- que les permitían comprar casa y coche sin mayor problema que presentando su primera nómina.
Los chavales que iban al instituto veían cómo sus hermanos mayores ganaban -el que menos- más de 3.000 euros al mes dejando a un lado los libros. ¿Para qué seguir estudiando pudiendo ganar tanto dinero?
Al finalizar la enseñanza obligatoria la mayoría aspiraba a tener el mismo BMW que conducían a quienes la vida les sonreía en forma de ladrillo, nada que ver con las fatiguitas que pasaron sus padres o abuelos faenando en el mar o en la monotonía de la fábrica de conservas de pescado.
Antonio -prefiere no desvelar su verdadero nombre- era el encargado de obra de una empresa dedicada a la construcción de hoteles en Isla Canela, una de las playas de este pueblo en el que el PSOE es parte del paisaje.
Ayamonte es el paradigma del ‘boom’ de la construcción en la costa andaluza. En las últimas décadas este pueblo de Huelva ha dado trabajo en el ladrillo a miles de jóvenes que, sin más formación que la ESO, vivieron días de vino y rosas con sueldos -que ya quisieran muchos ingenieros- que les permitían comprar casa y coche sin mayor problema que presentando su primera nómina.
Los chavales que iban al instituto veían cómo sus hermanos mayores ganaban -el que menos- más de 3.000 euros al mes dejando a un lado los libros. ¿Para qué seguir estudiando pudiendo ganar tanto dinero?
Al finalizar la enseñanza obligatoria la mayoría aspiraba a tener el mismo BMW que conducían a quienes la vida les sonreía en forma de ladrillo, nada que ver con las fatiguitas que pasaron sus padres o abuelos faenando en el mar o en la monotonía de la fábrica de conservas de pescado.
Antonio -prefiere no desvelar su verdadero nombre- era el encargado de obra de una empresa dedicada a la construcción de hoteles en Isla Canela, una de las playas de este pueblo en el que el PSOE es parte del paisaje.
En su mente aún tiene grabada la imagen de un albañil cuya única misión era barrer los trozos de escayola de la obra, actividad por la que ganaba más dinero que él, que tenía toda la responsabilidad.
La oferta era tan grande que incluso venían a trabajar los inmigrantes que vivían en Portugal. Rumanos, polacos, búlgaros… Pero sobre todo había españoles. «En el pueblo no había paro, los jóvenes que querían trabajar lo hacían sin problemas. El sueldo medio eran 4.000 euros, incluso algunos llegaban a los 6.000. Llegué a tener a 1.000 personas trabajando en dos hoteles», explica a Periodista Digital. Así se construyeron los de las cadenas Riu, Barceló o Iberostar.
Fidelidad al PSOE como si fuera un matrimonio
Eran los tiempos del milagro económico español, y los socialistas arrasaban en Andalucía sin mayores problemas. No iba a ser menos en este pueblo cercano a los 20.000 habitantes, donde el Partido Socialista obtuvo el 50,7% de los votos en los comicios del año 2000 frente al 31,8% del PP. Desde la formación de la autonomía andaluza votar al PSOE era un acto reflejo.
Cuatro años más tarde los socialistas llegarían al 56,38% mientras que los populares bajaban al 23,54%. En 2008, ya con la crisis asomando, las cosas no cambiaron lo más mínimo porque el 54,81% de los ayamontinos confió en Manuel Chaves frente al 32,6% que optó por Javier Arenas.
La llegada de la crisis no alteró el ánimo de los votantes, sobre todo en el campo andaluz, donde la fidelidad al partido del puño y la rosa sólo es comparable a la de un matrimonio. El desempleo o un escándalo -de corrupción- no es sino un bache por el que toda pareja ha de pasar para salir más reforzada.
La hegemonía del régimen resultaba indiscutible con o sin crisis, como se ha demostrado en las dos últimas elecciones: la de 2012 y la del pasado domingo.
En la primera, con un paro mayor al 30% en la región, con el caso de los ERE salpicando a la Junta de Andalucía y con Rajoy recién llegado a la Moncloa gracias al mayor apoyo conocido en la democracia española -186 escaños frente a los 110 socialistas-, Ayamonte fue fiel a la tradición y le dio el 44,89% de los votos al PSOE en las autonómicas frente al 38,92% del PP, su mejor porcentaje conocido en el pueblo.
El pasado 22 marzo 2015 los relojes volvieron a pararse en una comunidad autónoma que sufre la tasa de desempleo más alta de España -34%- y un fraude por corrupción que se eleva a 6.000 millones de euros. Nada de eso impidió la victoria de Susana Díaz, que en Ayamonte recibió el apoyo del 39,7% de los ciudadanos frente al 26,9% del PP.
¿Por qué seguir votando al PSOE? Es la pregunta del millón que se hace toda España. Sobre todo, después del paro masivo que trajo consigo el estallido de la burbuja inmobiliaria, que dejó en el paro a los jóvenes sin formación que antes compraban la casa y el cochazo que hoy les asfixia.
«En noviembre de 2008 dejo el mundo de la construcción. En los años buenos 2003-2005 se vendían 400 apartamentos al año, mientras que en siete meses de 2007 solo se compraron 50. Fue el fin», relata Antonio.
Casa, coche y caballos que ahora tienen que vender
Aquellos albañiles están hoy en el paro y viven de subvenciones, es decir, necesitan al Estado como el comer. Peor están las cosas en el interior de la provincia de Huelva, donde el dinero no se movió con la misma alegría, por eso quienes se fueron al sector del ladrillo volvieron al campo donde hoy trabajan por 600 euros, y eso quien echa horas y horas bajo el sol.
Francisco, ingeniero técnico agrícola de una empresa onubense, llega a tener a 200 trabajadores en plena campaña de recogida de la fresa. «En verano y otoño no hay nada y los chavales se van al paro. Todos buscan el PER, que para cobrarlo tienen que completar un número determinado de peonadas», nos explica.
Y ahí entra en juego la picaresca, porque muchos de los jóvenes abandonan el trabajo a las dos semanas en plena campaña de recogida una vez han completado las peonadas que les faltaban para cobrar el subsidio.
El perfil del trabajador es un joven de entre 25 y 30 años que ahora reza por vender la casa o el coche que compró cuando todo el monte era orégano. «Tengo a uno que se compró dos caballos, un Suzuki de 30.000 euros y una casa con todas las comodidades. Ahora ha vendido el coche y paga la casa con dificultad», señala Francisco entre el enfado y la incredulidad.
Porque lo que se gana en el campo es muy poco, 6 euros la hora. Y menos aún cuando la temporada de trabajo no dura más de tres o cuatro meses, así que el resto del año están en el paro cobrando el PER. «Se mantienen exclusivamente por la subvención, aunque hay quienes hacen sus chapuzas o buscan otros trabajos temporales».
Quizá todo ello explique por qué el voto al PSOE en las zonas rurales se parece tanto a un cupón de racionamiento.