Los sentimientos morales son afectos o inclinaciones que nos mueven a hacer lo que es bueno. Tenemos también pasiones, que actúan con un impulso rápido que nos lleva a decidir sin apenas reflexión. A veces las pasiones nos pueden impulsar a una decisión rápida, como el que se echa al agua a salvar a un niño que se está ahogando. Pero no siempre esta inmediatez es una buena guía. Los sentimientos morales son más serenos, permitiendo el control de las pasiones.
Los sentimientos morales nos mueven a actuar de acuerdo con lo que vemos es bueno, es decir, de acuerdo con nuestras virtudes. Se desarrollan, como estas, por repetición de actos voluntarios y también por el ejemplo que nos dan otras personas a nuestro alrededor. Cuando decimos que actuamos por un sentido del deber, o porque «debía» hacerlo, estamos respondiendo a nuestros sentimientos morales, que siempre deben estar gobernados por la razón.
Los social media suelen crear dificultades para actuar de acuerdo con los sentimientos morales y, por tanto, para desarrollarlos, porque llevan consigo una inmediatez a lo que acabamos de ver o de leer, que exige un «like» inmediato, o un retuitear, un «compromiso» interpersonal intenso sin conexión moral. Los sentimientos morales requieren simpatía, reciprocidad y repetición. Por eso se generan en ambientes tranquilos, en que la razón puede guiar a las decisiones hacia lo que es bueno, ambientes como los de la familia, los amigos, las instituciones sociales de barrio, etc. Y también las empresas, lógicamente, que pueden ser excelentes ámbitos para el desarrollo de los sentimientos morales… aunque a veces no lo son.