Si usted ha nacido entre los años 1950 y 1970 puede que encaje en la llamadageneración sándwich. Un concepto que nombra a la relación que la gente de mediana edad mantiene con sus familiares. La metáfora asemeja el papel de estas personas con la posición del jamón en un bocadillo: ellos quedan en el medio presionados entre pan y pan. “¡Ah, sí!”, exclama Carmen entre risas, “aguantamos la familia por los dos lados”. Esta enfermera, junto con su marido José Luis, sostiene con sus ingresos, afecto y dedicación dos hijas universitarias, a un chaval de quince años y tres abuelos que aún viven.
Carmen cuenta que a sus padres les cuesta mantenerse con su jubilación, y les echa una mano: “Viven enfrente de nuestro portal y suelen venir a comer a casa”. Por otro lado, José Luis conduce a diario a su madre hasta una residencia porque sufre alzhéimer. Después de trabajar, según el día, acerca a su hijo al entrenamiento de fútbol y, antes de cenar, acompaña a su suegro tomando un vino en el bar de la esquina.
Lo que podría ser una vida cómoda, se ha convertido en otra al servicio de los suyos. El cuidado a la familia requiere la paciencia de un viajero para no irritarse a menudo; la generosidad de un hermano para no esperar nada a cambio; y el empeño del escalador que tira del pariente cuantas veces sean necesarias. Emplear el tiempo en las personas que quieres llega a ser gratificante. “Mis padres siempre me han ayudado; ahora nos toca a nosotros darles a ellos. Es sacrificado pero siento que debo hacerlo”, comenta Carmen con firmeza. Ocuparse de los demás complace pero igualmente implica un desgaste. José Luis sopesa: “Tanta carga familiar cansa bastante”. Por ello, cuando llega el fin de semana intentan descansar y tener un rato para ellos: “Los sábados nos liberamos y cada uno hace lo que le gusta”.
El factor principal de la paz social
Algunos autores anglosajones aventuraron una fragmentación de la familia sin haber conocido a nadie de la generación sándwich. Según aprecia el profesor de sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Alberto Sanz Gimeno, tal inclinación hacia una familia débil se ha conformado en el norte de Europa “donde la familia desempeña funciones importantes pero también intervienen la sociedad civil y el Estado. En España, sin embargo, donde los vínculos siguen siendo cercanos y muy estrechos, recae todo en la familia; aquí no se ha dejado nunca de tener unos lazos fuertes”.
Entre las familias más visibles están la tradicional católica, la siciliana o la de teleserie yanqui. Existen otras excepcionales como las reales, las homo-parentales o las de padres que adoptan hijos en China. Desde luego no desaparece, pero la familia varía en la posmodernidad. Lo cual, no significa que deje de existir la relación casi ineludible entre sus miembros. Es más, en este contexto generalmente aumentan las relaciones de dependencia. “¿Qué es lo que está pasando con la crisis?”, se pregunta y responde Jesús Leal Maldonado, profesor del Departamento de Sociología II de la UCM: ”Se activa el carácter solidario de la sociedad familiar: manteniendo a los hijos hasta edades más avanzadas y ayudando un poco más a los mayores que se ven desprovistos de recursos.”
Los jóvenes adultos prefieren el cobijo de sus padres. Éstos, a su vez, sienten como propias las metas de los hijos. “Las familias están apostando por que sus hijos tengan la mayor formación posible y que nada les distraiga en eso”, opina Sanz Gimeno. Que los progenitores asuman los gastos, explicaría de algún modo la calma social con tan altas cifras de desempleo. Ello está generando una cultura de aversión o temor al riesgo. España es el país de Europa con la emancipación más tardía, y “además es problemática”, opina el docente. “Pensar que la familia va a ser siempre un soporte hace que el individuo esté más cómodo, y valore que salir de casa no tiene que implicar una pérdida del nivel de vida.”
El único refugio, pero también con incertidumbre
Escribía Gomaespuma que Familia no hay más que una. Así parece pensar el 85% de los encuestados por el barómetro del CIS que reconoce la familia como algo muy importante. Más razón aún para buscar refugio en el caso de las personas que viven en uno de los 1,7 millones de hogares con todas sus personas activas en situación de desempleo. Ante este escenario, ocasionalmente, son los pensionistas las únicas personas que llevan ingresos al domicilio y amparan la situación de los hijos y nietos. Cuando la carga económica recae sobre los mayores, estos previenen de una realidad peor. Los abuelos, según interpreta Marisa Caro, coordinadora de los centros de mayores del Distrito de Tetuán, mantienen una preocupación “por la necesidad de ayudar a los hijos, o porque tienen miedo a que se les pueda presentar esa situación”. El indicativo está en estos mismos centros donde las actividades de pago no se están llenando. “En los talleres que organizamos no ha habido cambio, se sigue asistiendo porque son gratuitos. Pero, en todas las actividades que suponen un coste, sobre todo en el tema de los viajes, la gente ya no va”.
En un parque madrileño, después de terminar su partida de mus, Horacio, de 75 años, cuenta que apenas gasta: ”Mi pensión va a la cesta de la compra y a los medicamentos; si tuviera que ayudar a mi hijo, lo haría sin problemas”. El compañero de mesa se apoya en el bastón para levantarse, mientras se queja de que su pensión ya no da “ni siquiera para un viaje a la playa como los de antes”. Con el descenso de las prestaciones sociales se han ampliado las dependencias, y por tanto la familia mira hacia dentro. Si consigue reorganizarse para afrontar la situación, no tendrá que acudir a los servicios sociales o a la ayuda de ONGs.
Chema Manzano, voluntario de Cáritas de la parroquia de Nuestra señora del Espino, cuenta que el perfil de familia que busca ayuda se ha ampliado mucho, y observa que los pensionistas han ayudado de forma puntual. “La mayoría de las personas que vienen nos dicen que la situación de los demás también es muy complicada. Hay personas que se están empeñando con la propia familia”. En la casa donde hay niños se agrava el miedo por el porvenir. En este sentido, mantiene Chema, ”a las familias que no ven un futuro esperanzador les está afectando a su salud mental”.
Envejecimiento poblacional, un desafío familiar y colectivo
Los que hoy están entre 50 y 60 años ocuparán en dos o tres décadas otra parte del sándwich. El envejecimiento de la población se prolonga cada vez más. Ello significa todo un desafío para la sociedad. Sin recursos para atender la demanda creciente de ancianos serán las familias las encargadas de soportar esos cuidados. El profesor Sanz Gimeno muestra su preocupación ”¿Cómo hacerlo cuando las familias han mermado en tamaño y un solo hijo tiene que cuidar de sus padres?”.
La relación de consanguineidad viene dada, y es motivo de la dicha de cualquiera. Es decir, nadie elige la familia a la que pertenece, y sin embargo esas relaciones de parentesco influyen a las personas toda la vida. La generación sándwichcuida de los demás parientes y toma conciencia del final de su vida. El cuidado de nuestros antecesores para la etapa final de sus días se llena de incertidumbre. Su compañía dependerá de la voluntad de sus familiares –si los hubiera–. Este desafío para los descendientes ¬va a precisar de su tesón para aguantar la escalada y de su paciencia para esperar el último aliento del familiar. En lo colectivo, solamente poseemos de nuestra imaginación para configurar una organización social efectiva que trate de resolver estos problemas. Sea como fuere, lo que está claro es que todos moriremos pero, al menos, unos más acompañados que otros.Fuente: The family watch