La mayoría de los países no desea reconocer el aborto y el comportamiento homosexual como «derechos humanos»
(C-FAM/InfoCatólica) Al tiempo que la comisión abordó algo tan rutinario como «las nuevas tendencias migratorias», una inesperada dedicación al aborto hizo que se desatendieran las necesidades básicas de los migrantes.
La última vez que la comisión aprobó una resolución sobre la migración fue en 2006. Esta no mencionaba los derechos y la salud sexual y reproductiva, ampliamente considerados como cuestiones periféricas en negociaciones sobre la temática. Pero los países ricos que gastan miles de millones de dólares al año para reducir la fertilidad en los países en desarrollo se aseguraron de que el descuido no se repitiera este año.
Durante la noche del viernes, las naciones en desarrollo reclamaron que el aborto y los derechos sexuales desviaban la atención de la comisión de las necesidades básicas de los migrantes. La opinión general de la ONU sobre cuestiones sexuales está bien establecida y no se ha modificado desde la histórica conferencia de El Cairo de 1994, en la que se rechazó el reconocimiento del derecho internacional al aborto y los derechos homosexuales. Algunos países intentan reabrir en toda ocasión las negociaciones al respecto, y los delegados de la ONU están experimentando un enorme agotamiento.
Un borrador inicial de la resolución incluía más de cuarenta menciones a la salud sexual y reproductiva, a la orientación sexual y a los derechos reproductivos. El alimento, la salud, la educación y otras necesidades básicas aparecían no más de una o dos veces cada una. Algunos representantes querían que se nombrara la salud sexual y reproductiva junto a los derechos humanos, en los primeros párrafos de la resolución. No tuvieron éxito.
El diplomático filipino que dirigía las negociaciones intentó inyectar un poco de cordura: «No queremos que los migrantes piensen que su único derecho, o el más importante, es a la salud sexual y reproductiva». Pero sus pares argentinos lo acusaron de actuar tendenciosamente, y el filipino dejó las negociaciones en manos del presidente moldavo de la comisión.
Cuando las negociaciones aún vacilaban, este último presentó un borrador de acuerdo. «Nadie va a estar contento», previno a los delegados. Su afirmación resultó ser profética, y previo a ella hubo un sorprendente corte de luz en la sede de la ONU mientras los delegados esperaban el borrador.
El acuerdo de El Cairo apareció una vez más. No obstante, la resolución del presidente mantuvo lo que algunos países calificaron de enfoque desequilibrado.
El G77, que con sus 127 países constituye el mayor bloque de votación en la ONU, y el Grupo Árabe, se quejaron de que persistía un especial interés por los derechos sexuales y reproductivos. El Grupo de África, liderado por Nigeria y que negociaba sin la participación de la república liberal de Sudáfrica, no estaba conforme con que se prestara tan poca atención a los derechos fundamentales.
Según trascendió, el embajador nigeriano recibió una amenaza poco encubierta de la Federación Internacional de Planificación de la Familia acerca de la postura del Grupo de África en el debate de este año sobre migración. Polonia, Malta, Hungría, Chile, Costa Rica y Honduras reiteraron sus reservas habituales en cuanto a que cualquier expresión relacionada con la salud sexual y reproductiva no constituye un apoyo implícito al aborto.
La mayoría de los países no desea reconocer el aborto y el comportamiento homosexual como «derechos humanos». Lo reiteraron hace un mes durante la reunión de la comisión de la ONU sobre la condición de la mujer. Pero Estados Unidos y algunas naciones europeas han convertido estos asuntos en cuestiones altamente prioritarias de su política exterior, lo cual da lugar a que los delegados de los países en desarrollo deban volver a decir lo mismo muchas veces.
El enfrentamiento de la semana pasada tuvo lugar tanto en twitter como en la sala de negociaciones. Varias organizaciones provida estuvieron activas mandando tweets que rebatían la opinión general de la ONU y de otros defensores del control demográfico de que los preservativos solucionarán los problemas de los pueblos del mundo.