El Presidente de Edad&Vida ha publicado una carta (aquí) sobre “un nuevo tsunami japonés”. Se trata del tsunami demográfico: caída de la natalidad, aumento de la longevidad, reducción de la población en edad de trabajar, creciente tasa de dependencia, dificultades para las pensiones futuras, probable estancamiento económico… Hemos de agradecer a los japoneses que nos estén enviando mensajes claros, porque ese tsunami va a llegar, y pronto, a España (y a otros muchos países).
El problema de la demografía es que cualquier medida que se adopte tarda décadas en producir efectos… si los produce. Pero, como decía aquél, si los árboles tardan mucho en crecer, convendrá plantarlos ahora mismo…
El problema tiene varias dimensiones. Una es la económica: tener un hijo es muy caro, sobre todo en términos de coste de oportunidad: hay que renunciar a demasiadas cosas. Esto nos lleva a la dimensión que no sé si llamar antropológica o ética: no estamos dispuestos a pagar el precio de tener más hijos. Quizás porque nos ha entrado el pesimismo de la postmodernidad, que considera una actuación irresponsable el tener hijos. O el materialismo, que nos hace preferir el perro o las vacaciones al hijo. O el individualismo, que nos hace olvidar que no vivimos solos, que formamos parte de una comunidad, y que el futuro de esa comunidad depende de las decisiones de todos. O el cortoplacismo, que nos hace buscar resultados inmediatos, olvidando que, como he dicho antes, el problema de la demografía es del largo plazo.
Sea lo que fuere, tenemos un problema. Tendremos que seguir hablando acerca de él, ¿no?