El Sonar.-Desde los hippies de los años sesenta, la marihuana se ha beneficiado de una imagen de producto contracultural, un placer al margen de la ley y de los negocios. Los médicos no se cansan de decir que el consumidor se expone al riesgo de psicosis, a daños en el corazón y en los pulmones, al deterioro de la memoria y del discernimiento… A pesar de todo, curiosamente, la marihuana se ha rehabilitado por sus “efectos terapéuticos”, algo así como si el tabaco quedara bendecido porque también limita la ansiedad.
Pero ahora, en California, estado pionero en la legalización, los cultivos de marihuana empiezan a estar en entredicho porque están haciendo no el amor sino la guerra al medio ambiente.
Desde que en 1996 se legalizaron en California los cultivos de marihuana para “uso terapéutico”, empezó otra fiebre del oro. Aunque su estatus legal es todavía ambiguo, pues la marihuana sigue siendo ilegal para la ley federal, los cultivadores se lanzaron a la explotación con el ardor de pioneros. Y la preocupación por el medio ambiente no ha estado entre sus objetivos prioritarios. Tal vez el humo cegaba sus ojos, pero para ellos lo importante ha sido expandir los cultivos sin pensar en el mañana.
Las consecuencias para el medio ambiente han sido tan dañinas que los expertos están cada vez más alarmados, según explica un reportaje del New York Times (21-06-2013). Los cultivadores nivelan con bulldozers laderas de las montañas en terreno público para crear explotaciones; utilizan un pesticida contra las ratas de bosque que contamina las aguas; desvían la corriente de los arroyos de montaña hasta secarlos; apenas dejan agua para que prosperen las poblaciones de salmones Coho, especie en peligro…
“En toda mi carrera no había visto nada como esto”, afirma Stormer Feiler, científico del organismo que controla la calidad de agua en la costa norte de California. “Desde 2007 ha explotado el número de actividades no reguladas”. Se ve que el “uso terapéutico” de la marihuana está siendo letal para la naturaleza.
“Ha sido una carrera del oro”, asegura otro ambientalista, Scott Greacen. “Y es una carrera hacia abajo en términos de impactos ambientales”. En esto no se han diferenciado de las empresas forestales que el siglo pasado arruinaron bosques impresionantes.
Es triste tener que reconocer que tras la idílica imagen de la marihuana ha aparecido un agrobusiness sin escrúpulos medioambientales. También se cree que estas actividades descontroladas están no pocas veces bajo el control de cárteles de la droga mexicanos. Así que la esperanza de que la legalización arrebataría el negocio a los traficantes no parece muy certera.
Por de pronto, lo que está cambiando es la imagen romántica del cannabis. En cualquier momento veremos al Sierra Club denunciando los destrozos de los cultivadores de marihuana. Y lo que se toleró como camino hacia paraísos artificiales, quizá se prohíba para defender los naturales.