Blog de Doméech Melé.-La frase es de Kant, aunque el concepto pertenece a la entera tradición judeo-cristiana, que ve al hombre –varón y mujer– creados a imagen de Dios (Gen 1, 27). La dignidad de toda persona humana es hoy ampliamente reconocida en declaraciones internacionales, constituciones y ordenamientos jurídicos de todo el mundo. La dignidad entraña derechos propios –los derechos humanos– que son inherentes a la persona. Los estados simplemente los reconocen y los promulgan, pero esos derechos son innatos. Y entre estos derechos hay uno primordial, sin el cual los otros no tienen sentido: el derecho a la vida.
El derecho a la vida de todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural es ampliamente reconocido, respetado y defendido por mucha gente, pero hay algunos que no.
Todavía hay lugares donde la vida vale muy poco y abundan los asesinatos. Honduras y Venezuela se llevan la palma. En 2012, en Honduras murieron por agresión 7,172 personas (85,5 por cada 100.000 habitantes, frente a las nueve del promedio mundial). En Venezuela se registraron 21.692 asesinatos en 2012 (a razón de 73 muertes violentas por cada 100.000 habitantes). México tampoco se queda atrás. Ciudad Juárez, ubicada al norte de México y tristemente conocida por los relatos de asesinatos sin resolver y tiroteos entre grupos delictivos, registró 3,116 homicidios en 2010, con un promedio de ocho muertes violentas por día; aunque, afortunadamente, la cifra disminuyó a 2.086 asesinatos en 2011 y a 750 casos en 2012.
Otro modo escandaloso de falta de respeto a la vida son las guerras. En Siria, durante 21 meses de guerra civil se afirma que han muerto de modo violento unas 45.000 personas, 30.000 de ellas civiles.
Capitulo aparte merece el aborto, un verdadero “holocausto silencioso” como la ha calificado recientemente el Obispo de San Sebastian. Según el doctor Bryan Clowes, de Human Life International, los abortos provocados en el mundo desde 1973 ascienden a más de 1.700 millones y la tendencia es a aumentar.
Ante estos datos aterradores, la pasada semana nos ha traído dos buenas noticias en favor de la cultura de la vida. Una fue la aprobación por las Naciones Unidas del Tratado sobre el Comercio de Armas por una abrumadora mayoría. Con este tratado, la venta internacional de armas queda ligada a la calificación que el país comprador tenga en materia de derechos humanos. Ha sido un proceso trabajoso que ha supuesto siete años de negociaciones diplomáticas y más de 10 de campaña por parte de la sociedad civil. Todavía hay mucho camino para andar, pero éste es un paso importante.
La segunda se refiere a la celebración del Día Internacional de la Vida 2013 que el pasado 6 de abril se celebró en todo el mundo. En España ha tenido lugar por tercer año consecutivo, con concentraciones en 30 ciudades españolas. En Madrid 486 asociaciones convocaron el acto central de tal celebración en la Puerta del Sol con una asistencia cifrada por los organizadores en 25.000 personas. Los convocantes pidieron la derogación inmediata de la actual ley del aborto para así «recuperar la cultura de la vida». Al propio tiempo expresaron su apoyo a la iniciativa Uno de nosotros que busca la protección jurídica de la vida y la dignidad humana en toda la Unión Europea.
Es verdad que queda mucho por hacer, pero hay que ir dando pasos. También en sentido positivo. Un buen amigo me decía: “no se trata únicamente de denunciar a los gobiernos por esta deriva abortista. Es necesario, también, estudiar e investigar, con empeño –desde los múltiples ámbitos de las humanidades– la realidad del don de la vida. Y colaborar, de forma inteligente y operativa, con aquellas organizaciones sociales que trabajan en la defensa de esa vida humana.” Y añadía, quienes somos católicos y creyentes tenemos, asimismo, que rezar mucho, muchísimo, para que la misericordia de Dios nos alcance en nuestro compromiso firme de edificar una cultura de la vida.” De acuerdo. Subrayaría la idea de trabajar en soluciones constructivas, incluyendo ayudar a las madres en riesgo de abortar y profundizar, difundir de todos los modos posibles la dignidad inconmensurable de todo ser humano, con todos sus derechos innatos y trabajar por su protección social y jurídica.