La depresión, la ansiedad y el porno: una relación que se retroalimenta peligrosamente.

Fuente: El Confidencial

Que el consumo de pornografía puede convertirse en problemático es algo de lo que se ha hablado en repetidas ocasiones. Sobre todo si el usuario es adolescente. Si tenemos en cuenta que, según el informe de Save the Children de 2020 (Des)Información sexual: Pornografía y adolescencia, la edad media de acceso al porno es de 12 años de manera global, es fácil entender que la situación es compleja.

Los estudios refieren, entre otras cosas, que la visión muy frecuente de porno puede convertirse en adicción. Y no es necesario ser menor para caer en ello. Una de las principales culpables es la dopamina. Lo cuentan en Dale una vuelta, una plataforma online de divulgación sobre la adicción al porno.

“Lo que genera la adicción en la pornografía es la elevada cantidad de dopamina y serotonina (y oxitocina) que se desprende a nivel cerebral cuando ésta se consume. Estas hormonas producen tanto placer en el individuo, que la persona comienza a necesitar de la pornografía para estar bien”, se lee en una de las entradas de su blog.

El problema viene con la otra cara de la moneda: la depresión. Porque la adicción al porno puede llevar a disfunciones sexuales o problemas de salud mental. “Los estudios demuestran que los niveles de dopamina que produce la pornografía (que no responden a estímulos naturales) pueden derivar en depresión o ansiedad”, afirman los expertos de Dale una vuelta.

Más pornografía, menor salud mental

Hasta tal punto es estrecha la relación entre pornografía y depresión, que el psiquiatra Norman Doidge, autor de El cerebro que se cambia a sí mismo, afirma que “los consumidores de pornografía manifiestan más síntomas depresivos, una menor calidad de vida y una salud mental más pobre que aquellos que no ven porno”.

Los niveles de dopamina que produce la pornografía (que no responden a estímulos naturales) pueden derivar en depresión o ansiedad

Investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) han publicado recientemente un estudio que señala algo muy similar. Giulia Testa es una de sus autoras: “Aunque el consumo de pornografía puede proporcionar un alivio temporal de las emociones negativas, a largo plazo puede deteriorar la capacidad del individuo para manejar sus sentimientos de forma saludable”.

Motivación para el uso problemático de pornografía

Precisamente, este estudio también refiere que a menudo la falta de estrategias para afrontar emociones negativas puede ser un motivo para recurrir al uso de la pornografía como estrategia de regulación emocional: “La motivación principal puede ser regular estados emocionales desagradables, como la tristeza o el aburrimiento, o enfrentar eventos vitales estresantes”.

 

“El consumo de pornografía para aliviar las emociones hace que las personas no gestionen de manera asertiva y eficaz situaciones que requieren de otras estrategias”. Y recuerda que este tipo de consumo se ve agravado por el fácil acceso, la gratuidad y el anonimato con que se puede llevar a cabo.

De estos estudios e investigaciones se deduce que el porno, al que se llega a menudo como respuesta a una situación de tristeza o incluso desde una depresión, acaba llevando a quien lo consume a sentimientos de tristeza, ansiedad e incluso a problemas de salud mental como la depresión.

Terapias que ayudan a mejorar la calidad de vida

Carlos Chiclana es psiquiatra y uno de los investigadores del estudio. Y asegura que algunas de las terapias que se pueden emplear en casos de uso problemático de la pornografía son “la terapia Cognitivo Conductual, basada en mindfulness y la terapia de aceptación y compromiso. Estas modalidades terapéuticas se centran en identificar y cambiar patrones de pensamiento y comportamiento disfuncionales, así como en desarrollar habilidades para manejar y regular las emociones de manera más efectiva”.

Por otro lado, existen plataformas gratuitas y anónimas donde ofrecen terapias especializadas. Es el caso de Cómo dejarlo donde cuentan con terapia online, anónima y gratuita a jóvenes de entre 16 y 24 años que presentan un uso problemático de la pornografía.

 

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