Donar órganos con dignidad | El Sónar

es20141209A medida que China se convierte en potencia mundial, se hace también más sensible a las críticas que pueden enturbiar su imagen. Esto se manifiesta en la renuncia a prácticas que hasta ahora el gobierno realizaba con gran desenvoltura y que las organizaciones de derechos humanos denunciaban. En esta línea, a partir del próximo año, China dejará de utilizar para trasplantes órganos procedentes de presos ejecutados. Según ha anunciado Huang Jiefu, responsable del Comité Nacional de Donaciones de Órganos, se utilizarán exclusivamente órganos procedentes de donaciones voluntarias de los ciudadanos.

El cambio no será fácil. En la cultura china hay una resistencia a la donación de órganos de los fallecidos, sobre todo si se cree en la reencarnación, pues entonces el difunto puede necesitar todos sus órganos para su nueva vida. Además, hay desconfianza respecto a si los órganos se adjudicarán de manera justa a los que los necesitan, o si darán lugar a prácticas corruptas. Todo esto hace que la tasa de donaciones de órganos sea muy baja (0,6 por millón de habitantes, mientras que en España es de 32 por millón).

De ahí que hasta ahora los trasplantes se hayan nutrido sobre todo de órganos de presos ejecutados. Aunque el gobierno no da cifras, las organizaciones de derechos humanos estiman que en 2013 hubo unas 2.400 ejecuciones. Y, según fuentes médicas citadas en un artículo de The Lancet en 2012, en el 90% de los trasplantes los órganos procedían de condenados a la pena capital.

Si ya la pena de muerte es cada vez peor vista, el aprovechamiento de los órganos de los condenados –sin que el libre consentimiento esté asegurado– despertaba aún más indignación.

Ahora que China abandona esta fuente de proveedores poco voluntarios de órganos, llama la atención que en Holanda empiece a abrirse paso la idea de utilizar los órganos de otros fallecidos de muerte no natural: los eutanasiados. El Erasmus Medical Centre de Rotterdam y el Hospital Universitario de Maastricht han preparado ya unas directrices que están siendo estudiadas por la Fundación Holandesa de Trasplantes.

Puede parecer que un candidato a la eutanasia está en tan malas condiciones que sus órganos no son aptos para trasplantes. Pero aunque esto sea verdad en el caso de los pacientes de cáncer, los expertos estiman que entre un 5% y un 10% de los casos de eutanasia son susceptibles de donar órganos utilizables. ¿Por qué no aprovecharlos?

Por supuesto, como siempre ocurre con estas innovaciones, todo se haría “bajo estrictas condiciones”: los trámites para la eutanasia y la donación de órganos estarían completamente separados; solo un médico ajeno a la donación de órganos podría confirmar que el paciente es elegible para la eutanasia; la idea de la donación debería proceder del paciente, no del doctor…

Pero la deriva de la eutanasia en Holanda ya ha mostrado la flexibilidad de las “estrictas” condiciones, por las que la eutanasia por sufrimiento intolerable ha pasado del dolor físico al sufrimiento psíquico, de la enfermedad terminal al cansancio de vivir y de la eutanasia voluntaria a la del paciente que no está en condiciones de decidir por sí mismo. ¿Quién puede garantizar que las condiciones para la donación de órganos en caso de eutanasia mantendrían el rigor original?

Además, no hace falta que nadie obligue al paciente. Si en la decisión de optar por la eutanasia influye ya muchas veces el deseo de no ser una carga para otros, la mera idea de que la muerte acelerada de uno da la vida al que no puede esperar más para un trasplante puede convertirse en una inmensa presión sobre el enfermo.

En palabras de Gert van Dijk, experto en ética de la Royal Dutch Medical Association: “Salvar vidas es el principal motivo para donar órganos por parte de la gente que morirá por eutanasia. Ellos saben que van a morir y quieren darle un sentido donando sus órganos. Puede ser incluso un consuelo para los que les sobreviven”.

En suma, deje ya su herencia biológica que sus herederos no pueden esperar. La mentalidad utilitarista china no ha llegado aún a esta sutileza.

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