División total en el Supremo de los Estados Unidos sobre la legalización del «matrimonio» homosexual

(Efe/InfoCatólica) «Todas las definiciones que he visto, desde hace docenas de años, definen el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Obviamente, si ustedes tienen éxito, esa definición no estaría vigente nunca más», dijo el presidente del alto tribunal, John Roberts, durante la audiencia de dos horas y media.
Con estas palabras, el magistrado puso de relieve la importancia social del matrimonio, que esgrimen los detractores de la legalización para defender las prohibiciones de los estados y no reconocer estas uniones entre las personas del mismo sexo.
«No se trata de cambiar la definición del matrimonio», contestó la veterana defensora de las tesis del lobby gay, Mary Bonauto, que sostuvo que las parejas gays tienen el mismo derecho que el resto a casarse, tal y como establece la Décimocuarta Enmienda a la Constitución, en la que se procura «igual protección ante las leyes» a todos los ciudadanos.
Antonin Scalia, considerado uno de los más conservadores del tribunal, puso en tela de juicio su capacidad y la de los otro ocho magistrados de la Corte Suprema para decidir sobre el asunto.
«Nos están pidiendo que decidamos lo que ninguna otra sociedad había decidido antes de 2001», argumentó Scalia, en referencia a la entrada en vigor de la ley que permitió estas uniones en Holanda, el primer país del mundo en legalizar el matrimonio homosexual.
Voto decisivo
El juez Anthony Kennedy, cuyo voto se considera decisivo para un eventual desempate entre los nueve magistrados, pareció compartir esas dudas cuando dijo que la definición del matrimonio, como la unión entre un hombre y una mujer, ha estado presente en la sociedad desde hace «milenios» y es «muy difícil» para los jueces creer que pueden redefinir esa institución.
En el otro lado, se situó la magistrada Sonia Sotomayor, la primera hispana del Supremo, que durante las preguntas a los detractores del matrimonio homosexual afirmó que el tribunal no vulneraría la libertad religiosa de nadie si fallara a favor de los demandantes.
«Nadie -argumentó Sotomayor- le está quitando nada a nadie. Cada individuo en esta sociedad elige, si puede, su orientación sexual y con quién se casa». «Sospecho -continuó- que incluso si se dan derechos a los gays para casarse, muchos elegirán no hacerlo. Igual que las hacen parejas heterosexuales. Así que nadie le está quitando la libertad a nadie».
Los hechos, sin embargo están demostrando exactamente lo contrario, vista la cantidad de demandas contra cristianos que se niegan a colaborar de ninguna manera con las bodas entre personas del mismo sexo.

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