Preparando una sesión para colegas del IESE en los próximos días, me vino a la mente esta pregunta (pensando, sobre todo, en nuestro “público”, los directivos de empresa, actuales y potenciales): Vale, quiero ser ético. ¿Qué he de hacer? Y me contesté a mí mismo: mejor que no me hagan la pregunta, porque me temo que me atragantaré.
Luego me acordé de una idea que leí primero en el libro Ética de Leonardo Polo (aunque supongo que la sugerencia viene de mucho antes): la ética consiste en bienes, normas y virtudes, O sea que le diría a mi interlocutor: practica los bienes, cumple las normas y ejercita las virtudes.
Bienes. No solo los económicos, claro, pero también los económicos. Haz el bien y evita el mal: un viejo aforismo moral, siempre vigente (y muchas veces no practicado). Haz todo el bien que puedas, de todos los colores, de todas las formas. Hacer el bien no consiste en dar limosna, que a veces puede ser un mal, tanto para el que la da (que busca algo que no es lo bueno para él, como querer demostrar una generosidad que no tiene) como para el que la recibe (¡cuántas veces no sabemos si hacemos un bien al que recibe nuestra presunta generosidad!). Vale, me pregunta el interlocutor, pero, ¿qué bien? No lo sé, le respondo. Tú eres el directivo, ¿no? Tú debes saber qué es lo bueno para ti (y no te engañes: lo bueno no es el yate ni el puesto en el ranking de directivos responsables), para tus empleados (no siempre les podrás dar mejor sueldo, ni quizás sea lo que ellos necesiten, pero les podrás dar otras muchas cosas: formación, seguridad, un buen ambiente laboral, oportunidades…), para tus clientes, para tus proveedores… Vale, ya tienes trabajo para unas cuantas semanas.
¡Y solo hemos tratado del primer punto acerca de cómo ser ético! Bien, siguiendo mi práctica de no hacer demasiado largas mis entradas, dejaré los otros dos temas para otro día.