Sobre el potencial de crecimiento de la economia española. Blog. Antonio Argandoña

No me gusta ser negativo, pero a veces conviene serlo, a ver si reaccionamos. Me refiero aquí al crecimiento de la economía española en los próximos años, porque, a corto plazo, hay una cierta sensación de euforia contenida, o de complacencia, visto que seguimos creciendo (menos que antes, pero con cierto ritmo), que seguimos creando empleo (con menos vigor), que no aparecen desequilibrios importantes en la balanza de pagos (aunque el nivel de endeudamiento, sobre todo público, sigue siendo alto y creciente)… Claro que se espera que suban los tipos de interés, pero esto parece que no asusta demasiado. “Quien días pasa, años empuja”, dice un refrán catalán (traducido por mí, libremente).

Pero me preocupa más el medio y largo plazo. Porque un país crece a base de oferta, de producción, no de demanda. Y la producción muestra en España considerables ineficiencias que, si no se solucionan, pueden tener efectos muy negativos sobre el crecimiento futuro. La mejor muestra de esto es el bajo crecimiento de la productividad. La del trabajo (PIB dividido por empleo) mejoró en la crisis, por la reducción del denominador, el empleo, a un ritmo más rápido que el PIB; pero ahora uno y otro crecen, y la productividad sigue teniendo aumentos raquíticos, lo que quiere decir que la economía crece a base de poner más recursos, no de que esos recursos sean más productivos que antes (lo que se llama productividad total de los factores: aquel aumento de la producción que no se decbe a que la gente dedique más horas o a que utilice más máquinas).

Relacionado con esto está la estructura productiva. Hace años llamábamos la atención sobre el crecimiento de la construcción de viviendas, donde la productividad crece poco, o de servicios poco cualificados, como el turismo, en que pasa algo parecido. Pero hay más cosas. El esfuerzo en investigación y desarrollo y en innovación es, en España, bastante mediocre, y ello supone que estamos perdiendo el tren del crecimiento. No todos, claro, porque hay empresas y sectores en que esos motores funcionan muy bien. Pero la mayoría no. De modo que nos podemos encontrar -nos estamos encontrando ya- con unos sectores intensivos en mano de obra, en los que ya perdimos las ventajas que habíamos construido en los años sesenta y setenta, y otros sectores en que la tecnología y la innovación dominan, y luego están todos los que hay entre unos y otros, de modo que nos estamos convirtiendo en fábricas que producen con cierta calidad lo que otros innovan, y lo que los países emergentes aún no están en condiciones de producir tan bien como nosotros. Pero es cuestión de tiempo. Más pruebas en este sentido: exportaciones diversificadas, pero cuya complejidad no ha aumentado. Falta de tirón de las nuevas tecnologías -aunque nos parezca que somos unos genios, comparativamente nos estamos quedando rezagados.

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