Los Videojuegos no son »cosas de niños »

Lejos de ser un entretenimiento inocente, los padres deben vigilar de cerca la relación de sus hijos con los videojuegos porque fenómenos como el de los hikikomori, que hace poco parecían ser ciencia ficción, se están viendo cada vez más entre nuestros jóvenes.

Y a pesar de que jugar moderadamente a videojuegos adecuados puede aportar algunos beneficios (diversión, práctica de idiomas o aprendizaje en resolución de problemas), los datos demuestran que  “los beneficios son muy inferiores a los perjuicios y que, además, se está jugando a los peores juegos”, explica Marc Masip, psicólogo experto en adicción a nuevas tecnologías y fundador del programa Desconect@.

Pensados para enganchar

Pero ¿por qué son tan adictivos? Aquí se unen varios factores. En primer lugar, la propia pantalla ya es adictiva en sí pues combina luz, sonido y movimiento, tres elementos que activan la corteza cerebral y producen una gratificación inmediata y constante. Además, los videojuegos nos ofrecen la posibilidad de ser alguien que no soy en realidad (un guerrero, un futbolista, un mercenario…). También proporcionan una sensación de progreso vertiginoso que no se experimenta en la vida real.  Todo ello aderezado con un “algoritmo y un diseño pensados para enganchar”, explica Masip.  Y como en otros aspectos de la socialización entre los jóvenes, la presión social también juega un papel fundamental: el hecho de que muchos de sus amigos y compañeros de clase jueguen y comenten sobre un determinado videojuego, hace que otros también quieran jugar y, así, formar parte del grupo.

Por otro lado, cada vez es más habitual que los videojuegos incluyan características típicas de los juegos de apuestas: mejoras de pago, apuestas, recompensas… algo que a veces hace difícil distinguir si se está jugando o si se está apostando.

El aislamiento social es el problema más evidente de los videojuegos, pero no el único

Nefastas consecuencias

Esta adicción tiene consecuencias desastrosas para los adictos y sus familias. “El problema más grave de los videojuegos es el aislamiento social, pero está lejos de ser el único. Esta adicción trae otras muchas consecuencias”, añade Masip. Fenómenos como el de los hikikomori, que son aquellos jóvenes que pasan la mayor parte del tiempo, o incluso todo el día, encerrado frente a una pantalla, se están viendo ya en nuestro país. Estas personas llegan a retirarse completamente de la sociedad durante meses con tal de no desconectar de la consola o del teléfono móvil.

Pero situaciones de adicción no tan dramáticas son también habituales: problemas de salud mental, falta y desorden en el sueño, cambios en el estado de ánimo, disminución del rendimiento académico, aumento de la agresividad, abandono de rutinas sanas y necesarias (de sociabilidad, de higiene, de sueño, etc.), patologías en la vista e incluso en la salud musculoesquelética, obesidad.… Además, los videojuegos pueden ser puerta de acceso a otros peligros como el ciberacoso o las estafas. Y es que los videojuegos, al igual que las redes sociales, ofrecen una falsa sensación de anonimato que favorece comportamientos abusivos e incluso delictivos. Y como señalábamos al inicio, existen algunos videojuegos que pueden aportar ciertos beneficios, pero en la mayoría de las ocasiones los jóvenes se enganchan a aquellos que no sólo no aportan, sino que minan sus valores y su personalidad por el alto nivel de violencia, llegando incluso a premiar comportamientos como atropellar a inocentes o robar. Estos comportamientos  “ficticios” hieren la capacidad de empatía y aumentan la agresividad y la tolerancia a la violencia. En este sentido Masip es tajante:  “Hay alternativas a los videojuegos que aportan los mismos o más beneficios que estos y que no ponen en riesgo a nuestros hijos: juegos de mesa, deportes, manualidades…” . Y es que según la OMS, los videojuegos son ya una adicción, y por tanto, según este experto,  “el tiempo que deben dedicar los menores a una actividad adictiva en mi opinión es cero” .

¿Cómo detectarlo?

Pero detectar la adicción a veces no es fácil, sobre todo cuando hablamos de jóvenes que no siempre se muestran abiertos a dialogar sobre sus hábitos, y además debemos tener en cuenta que muchos de estos comportamientos se dan cuando los padres no están en casa o los niños se aíslan en la soledad de su habitación. Algunas de las señales de alarma que indicarían que nuestro hijo es adicto son: aislamiento social y familiar; dificultad para mantener relaciones con sus iguales; uso de los videojuegos para canalizar el estrés del día a día o algún problema particular; bajo rendimiento escolar; abandono de otras actividades para jugar; pérdida de la noción del tiempo; explosiones de ira cuando le pedimos que lo deje…“En este sentido, los padres deben estar atentos, y es preferible mantener los dispositivos electrónicos sólo en zonas comunes. Y si sospechan que su hijo tiene una adicción, acudir a un especialista y no subestimar la situación, que puede volverse dramática”.

Artículo publicado en la edición número 76 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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