Fuente: Magisnet
¿Les renta a las familias llevar a sus hijos a colegios de pago? ¿Con el paso del tiempo serán más religiosos por haber estado matriculados en un centro con un ideario católico? ¿Serán más felices? ¿Mejores ciudadanos? ¿Quiénes y por qué eligen la pública, la concertada y la privada? ¿Quienes optan por las dos últimas lo hacen porque el grupo de iguales es “más igual”?
Fuente: Magisnet.
Estas y otras preguntas sobrevuelan la tesis del investigador en Analistas Socio-Políticos, Gabinete de Estudios y profesor de Sociología de la Universidad Complutense Juan Carlos Rodríguez, Efectos individuales de la enseñanza privada a largo plazo: una exploración con datos españoles.
En ella se vale de diferentes encuestas, como la encuesta ASP 00.030 (2000), realizada a padres y madres de estudiantes de Primaria y Secundaria, y los estudios del CIS 3.004 (2013) y 3.178 (2017) para, con los datos en la mano, analizar los posibles efectos a largo plazo de la titularidad del centro en que un alumno haya cursado su educación básica. Y pese a tratarse de un análisis exploratorio y no poder establecerse causalidad, encuentra significativos hallazgos sobre diferencias de eficacia, desde los que poder seguir ahondando en próximas investigaciones.
¿Tienen motivos las familias para elegir la concertada sobre la pública por las supuestas ganancias que aporta a largo plazo?
–Si es cierto lo que se descubre en mi tesis, que está basada, en gran medida, en una encuesta del CIS de 2013 y, por tanto, se refiere no a la actualidad, sino a lo que ocurría con la enseñanza subvencionada entre los años cincuenta y setenta, y, después, con la enseñanza concertada en los años ochenta y noventa, y si hay una relación de causalidad entre haber cursado la enseñanza primaria y secundaria en un centro concertado, y no en uno público, algo que es difícil de demostrar, entonces sí que parece que hay ventajas a largo plazo de cursar estudios en la enseñanza concertada y, dependiendo del tipo de ventajas y del periodo considerado, en la privada.
Los resultados más destacables son que se multiplica la probabilidad de haber obtenido un título universitario, la de haber obtenido una ocupación de nivel alto y los ingresos que se acaban ganando a lo largo de la vida. Eso es lo fundamental, pero no se trata solo de ganancias materiales, sino que, también, los que estudiaron en concertados pertenecen más a asociaciones voluntarias que los que estudiaron en centros públicos. Es decir, no se trata solo de ganancias particularistas, sino de disposiciones orientadas hacia los demás, de conducta cívica.
Todo esto se observa aun controlando en los modelos correspondientes el origen socioeconómico de las familias, entre otras variables. Ya sabemos que las familias de la concertada y de la privada tienen un nivel socioeconómico más alto, lo cual explica, en parte, esas ganancias. Habiéndolo tenido en cuenta ya se descarta la influencia familiar (del nivel educativo de los padres o de la ocupación del cabeza de familia). Si el tipo de centro tuviera un efecto propio, empezaría a verse en este tipo de modelos, que son los que habitualmente usan los economistas o los sociólogos de la educación.
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Los resultados más destacables son que se multiplica la probabilidad de haber obtenido un título universitario, la de haber obtenido una ocupación de nivel alto y los ingresos que se acaban ganando a lo largo de la vida “
¿Es superior la ganancia de la concertada a la de la privada?
–Suponiendo que hubiera causalidad, sí parece que las asociaciones con los resultados comentados son más frecuentes con la variable que refleja haber estudiado en un centro concertado que con la variable que refleja haber estudiado en uno privado, pero depende un poco de los resultados. En general se ven más asociaciones sustantivas con los concertados. Eso llevaría a pensar que, como la selección por origen socioeconómico en los privados es mayor, una mayor parte de las ventajas aparentes de estos se debe, en realidad, a una extracción socioeconómica distinta.
¿En qué resultado apenas hay influencia?
–El objetivo de la investigación era explorar con qué tipo de resultados podía haber asociación o no, y se exploraron muchos. De ganancia material, de predisposiciones hacia los demás, y también de creencias, valores, juicios acerca de la vida, acerca de las bases del éxito en la sociedad, y una colección de variables de actitud que reflejan distintas maneras de ver el mundo, incluyendo la religiosidad. En muchas de ellas no se encuentran diferencias apreciables, mientras que en las relativas a obtener un título universitario, la ocupación de nivel alto o los ingresos, obviamente muy relacionadas entre sí, sí se nota una hipotética ventaja grande.
¿La supuesta ganancia de la concertada se mantiene cuando esta se vuelve más heterogénea, con su expansión a partir de los ochenta?
–La evidencia empírica utilizada ha permitido construir modelos para dos periodos: antes de que hubiera enseñanza concertada y después. Conciertos propiamente dichos hay desde los años ochenta y una amplia subvención parecida a los conciertos, desde finales de los setenta. Yo no estudio la variación que puede haberse dado desde los setenta u ochenta hasta ahora, porque no se puede estudiar, ya que no hay recorrido suficiente de la trayectoria vital y profesional de los encuestados.
De todas maneras, la mayor heterogeneidad que ha experimentado la concertada desde entonces no es tanto socioeconómica como de origen nacional, por la presencia de estudiantes de ascendencia foránea. En cualquier caso, esa presencia no se tuvo en cuenta en la investigación, por lo pronto, porque para homogeneizar los grupos que se comparaban se tuvo en cuenta solo a nacidos en España, y, sobre todo, porque esa presencia apenas queda recogida en un análisis de individuos de 25 años o más en una encuesta de 2013.
Lo que sí se puede afirmar es que la heterogeneidad sociocultural es mayor en los centros concertados que en los centros privados, lo cual podría servir para aventurar hipótesis acerca de las diferencias entre ambos, aunque no lo he estudiado. En principio, podría ser positivo para el aprendizaje, pero no deja de ser, en este caso, una especulación y, además, es difícil de medir, porque se trataría de un efecto del grupo de iguales y en una encuesta como la utilizada no se cuenta con información al respecto.
El argumento de que la heterogeneidad es positiva tampoco está tan claro. Si eres una familia de clase baja y llevas a tus hijos a un centro concertado de clase media-alta a lo mejor es beneficioso, aunque la heterogeneidad sea poca. Pero les puede venir bien, es un decir, “contagiarse del espíritu de trabajo de las clases medias”, pero no deja de ser más que el comienzo de un argumento. O, al revés, la diversidad cultural, de experiencias vitales, te puede hacer entender el mundo mejor o esforzarte más por entender a los demás, y eso sería positivo también. Pero eso habría que comprobarlo con datos a escala de centro y no es tan sencillo.
¿A más concertada a partir de los ochenta menos polarización social entre pública y concertada?
–Si es así, no se nota mucho en los datos que he estudiado. Una gran parte de los que serían centros concertados ya estaban subvencionados antes de 1985, pues la gran extensión de las subvenciones tiene lugar en los setenta. Lo que ha ocurrido es que se ha ido extendiendo la subvención a niveles educativos superiores. Desde 1985 se regula el régimen de subvenciones, con el efecto de una suerte de congelación de la distribución del alumnado entre centros privados, concertados y públicos, de manera que, desde entonces, lo único que pasa es que aumentan las edades en que hay conciertos, pero no aumenta sustancialmente ni la proporción de alumnos en centros concertados ni el número de centros concertados. Y no tienen por qué variar claramente las diferencias en composición social de unos y otros centros, porque, en el fondo, son los mismos centros atendiendo a barrios parecidos, primero en el nivel de EGB y luego de ESO. No necesariamente implica un crecimiento de la heterogeneidad, que apenas se atisba en los datos.
Si estuviera más financiada, si hubiera menos diferencia en el gasto por alumno en la pública y la concertada, ¿sí sería más igual esa “clientela” de una y otra?
–En principio sí, pero cuánto más igual depende también de la oferta de centros y de su capacidad efectiva para reaccionar a una mayor demanda. Si a unos centros no les permites crecer y no aceptas que otros se reduzcan porque no atraen alumnos estamos casi en las mismas. También depende de dónde están situados los centros. Si no hay oferta concertada en un barrio humilde y no se permite establecer centros concertados nuevos ahí, la gente de ese barrio no va a llevar a sus hijos a un concertado, porque el más próximo seguirá estando muy lejos, o quizá ni exista en la localidad correspondiente.
En el caso de que la financiación se igualara, los centros concertados ya no podrían poner cuotas más o menos voluntarias, por lo que se eliminaría una barrera económica, pero, si no hubiera otros cambios, quedarían las otras: la de que la oferta no es muy flexible, porque está regulada por las autoridades educativas, que son las que planifican la enseñanza, y no el mercado o la demanda de los padres.
¿Cree, como algunos sostienen, que la concertada es una máquina de reproducción de desigualdades sociales?
–La escuela, todo el sistema educativo, tiende a reproducir las desigualdades sociales, pero no lo hace, por así decirlo, al cien por cien, ni de lejos. Además, no se puede mirar solamente a una de sus partes. Normalmente hay una asociación sustantiva entre el nivel educativo de los padres y el que acaban teniendo los hijos, y eso ocurre en los centros públicos, los concertados, los privados, en cualquiera, por la razón que sea. En ese sentido hay reproducción social. Pero en mi tesis se observa que, si eres una familia de clase baja y has conseguido llevar a tus hijos a un centro concertado, les va mejor en cuanto al nivel de estudios que acaban obteniendo que si hubieran ido a un público, repito, si hay causalidad. En ese sentido, no es tan evidente el argumento de la reproducción, porque la enseñanza privada o concertada también puede servir de palanca de ascenso social. El sistema social en su conjunto tiende a reproducir, parcialmente, las desigualdades, que tienen causas múltiples, y no cabe imaginar una escuela en la que, de repente, desaparecen.
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Si eres una familia de clase baja y has conseguido llevar a tus hijos a un centro concertado, les va mejor en cuanto al nivel de estudios que acaban obteniendo que si hubieran ido a un público, si hay causalidad “
¿Qué puede tener más peso a la hora de explicar la supuesta ganancia de la concertada? ¿Quizá que se libra de los alumnos más complicados?
–Podría ser, pero es difícil de comprobar ese argumento, pues, de nuevo, necesitaríamos datos a escala de centro para ver la medida en que influye el grupo de iguales. Se puede plantear el argumento de que la enseñanza es más productiva, más eficaz, en los concertados, porque es más fácil dar clase al tener menos alumnos “complicados”. Suena razonable, pero ¿qué efecto tiene eso? No sabemos si es mucho o poco. Lo que permitía otra de las encuestas analizadas en la tesis era un intento de controlar la posible influencia del grupo de iguales según el recuerdo que tenían los entrevistados, según si decían que sus compañeros se esforzaban mucho o poco. Sin embargo, al introducir ese recuerdo en los modelos, apenas se ve afectada la influencia en los resultados del tipo de centro. Otra variable, el recuerdo de que los profesores fomentasen el esfuerzo, influye positivamente, pero tampoco sirve para explicar mucho la hipotética influencia del tipo de centro. Y la presencia de actividades extraescolares, tampoco. Otra variable, si en el centro se fomentaba más la formación académica y no tanto la búsqueda de empleo, según el recuerdo del entrevistado, sí que recorta algo la influencia del tipo de centro, pero tampoco es decisivo, ni mucho menos.
Ese tipo de variables explican muy poco de la posible influencia del tipo de centro, pero, incluso, la posible selección de alumnos “mejores”, que se puede incorporar como control en los modelos porque al entrevistado se le ha preguntado si era buen o mal estudiante, tampoco altera sustancialmente la asociación entre los resultados y el tipo de centro.
¿Qué caracteriza a las familias que llevan a sus hijos a la concertada?
–Una parte importante de la enseñanza concertada sigue siendo hoy de órdenes religiosas. Pero eso no quiere decir que la enseñanza haya de ser tan distinta, desde esa perspectiva, de la de la enseñanza pública. Una cosa es que tengan un ideario y otra cosa es que ese ideario permee toda la enseñanza. Hay que tener en cuenta que el currículo que se imparte es el mismo.
En la actualidad, los concertados, en conjunto, no atraen especialmente a la gente más religiosa. Tampoco hay tanta gente muy religiosa. Ahora bien, si nos centramos en ese grupo, sí vamos a encontrar entre ellos una mayor presencia de centros de ideario religioso, pero las diferencias son menores con los grupos de población creyentes, aunque menos practicantes, y sí son algo mayores, pero no enormes con la población no creyente. La religiosidad de los padres no es tan determinante a la hora de elegir centro, salvo en casos particulares.
¿Podemos hablar de incoherencias, de padres religiosos que llevan a sus hijos a la pública o padres que trabajan en la pública, pero llevan a sus hijos a la concertada?
–La incoherencia, en el fondo, la supone quien plantea ese tipo de preguntas, suponiendo que debería haber una consonancia entre tus creencias y el ideario religioso de una escuela. En realidad, las estrategias educativas de los padres tienen en cuenta diversos fines, y no solo los que tienen que ver con la religión.
La ideología no es tan importante para mucha gente en la mayor parte de su vida. Es importante a la hora de votar y en temas en que el enfrentamiento político o la controversia religiosa es relevante, pero en la enseñanza no tiene por qué serlo de manera sustantiva, más allá de lo que crean los periodistas o la clase política. En una encuesta de las analizadas, del año 2000, sí se comprueba que la gente de derechas va un poco más a los concertados y privados, y la gente de izquierdas un poco más a los públicos, pero no son dos mundos. Además, como ya hemos visto, hay que tener en cuenta la oferta. Si hubiera una oferta libre y flexible a lo mejor habría más autoselección para un tipo de centro u otro, pero la oferta es la que es y apenas cambia. Puedes ser muy de derechas y muy religioso, pero en tu barrio no hay concertados.
Solo se trata de incoherencias si se cree que la ideología o la religiosidad son determinante a la hora de elegir un centro, pero no lo son. Por otra parte, que profesores de la pública lleven a sus hijos a centros concertados tampoco es de extrañar. Las clases más favorecidas, si pueden elegir, prefieren en alguna mayor medida los centros concertados que los públicos.
Pero los propios centros impregnan de ideología la elección, desde el momento en que el ‘lobby’ de la concertada se envuelve en la bandera de la libertad de elección o de la cultura del esfuerzo.
–No, “ideología” es que se planteen las cosas en términos de un “lobby de la concertada”. También podríamos hablar del “lobby de la pública”. Los centros concertados están, por así decirlo, vendiendo un producto, por lo que es esperable que resalten lo que creen que es diferencial en él. Y todavía es diferencial. Todavía los centros concertados religiosos son distintos de los centros públicos. ¿Son extremadamente distintos? No. ¿Van a conseguir que tus hijos sean más religiosos? No es evidente. ¿La enseñanza es distinta? Pues probablemente sí, porque tienen más autonomía para contratar profesores y son más capaces de llevar a cabo proyectos de centro. ¿Esos proyectos de centro tienen éxito o no? Eso es lo que hay que estudiar, no lo sabemos. ¿El carácter de los centros es distinto? Sí, los centros públicos se parecen mucho más entre ellos, muchísimo, porque apenas se pueden diferenciar; dentro de la oferta concertada y privada puede darse una mayor diferenciación.
Lo que promueven las asociaciones de la concertada es una enseñanza que ellos piensan que es distinta y que, en parte por ello, tienes derecho a elegirla. Pero el argumento de la libertad de elección se sostiene independientemente de esos argumentos. Además, la libertad de elección se predica no solamente entre lo público y lo concertado o privado, sino a la hora de elegir un centro público. Y no es meramente un principio abstracto. Si de verdad hay libertad de elección, las familias deberían poder elegir de una manera suficientemente informada, pero la elección de centro es muy opaca. Tú sabes que este es un centro concertado y este, un centro público. Puedes indagar algo más hablando con familias que llevan a sus hijos a un centro o a otro, con tus amigos o vecinos. Tú mismo has podido estudiar en el colegio en cuestión y tienes alguna idea de cómo eran las cosas, pero no sabes mucho más. Hablar de libertad de elección en un marco en el que la elección es opaca porque apenas tienes información de los centros es solo una manera de hablar.
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Los centros públicos se parecen mucho más entre ellos, porque apenas se pueden diferenciar; dentro de la oferta concertada y privada puede darse una mayor diferenciación “
Las familias que optan por la concertada se muestran menos conformistas, más inquietas, barajan más opciones.
–Yo tendería a pensar que es así, aunque con poca seguridad porque no tengo buenos datos para afirmarlo. Las familias cuyos hijos van a centros concertados o privados eligen menos la opción por defecto, que es la de la enseñanza pública. Simplemente por el hecho de plantearse la posibilidad de lo concertado o privado, ya están informándose sobre más centros. Si no te la planteas, ya sabes que vas a optar a un centro o dos. O uno, porque mucha gente casi no vas a poder elegir. En ese sentido, las familias que eligen centros concertados o privados sí me parecen un poquito más inquietas. ¿Cuánto más? No lo sé. De todas maneras, la del número de centros sobre los que los padres se informaron al elegir escuela para su hijo es una variable curiosa, porque, como se ha dicho, se asocia con la elección entre público y concertado o privado, pero se asocia también con el rendimiento escolar de los hijos, aunque en el modelo correspondiente se esté descontando la influencia del nivel sociocultural de los padres. Puede ser un indicio del nivel de educación de los padres, que no se refleja estrictamente en el título formal que tienen.
¿Puede que las familias que llevan a sus hijos a la concertada sean más clasistas, les preocupe más quiénes serán los compañeros de pupitre?
–De nuevo, aunque yo no utilizaría, de ningún modo, ese término, sí podría ocurrir que tuvieran más en cuenta el ambiente escolar o la composición social del centro a la hora de elegirlo, lo que implicaría que creen que una parte del aprendizaje escolar (o vital) tiene menos que ver con los procesos formales de enseñanza que con el contagio del grupo de iguales, o que creen que es más fácil enseñar dadas ciertas composiciones sociales. Pero si eso es clasismo, lo comparten clases sociales muy diversas, y familias de origen social muy diverso, pues la enseñanza concertada no es homogénea ni en términos sociales ni en términos de origen nacional, aunque pueda serlo más, por término medio, que la pública.
O siguen la estrategia del ascenso social.
–No es tan obvio que todo el mundo tenga ese tipo de estrategias. Yo diría que la mayoría ni siquiera nos planeamos estrategias escolares o sociales. Seguimos las tradiciones, queremos que nuestros hijos prosperen, pero no pensamos en términos de mejora social ni nada de eso. Alguien puede pensar en términos de “que no tenga que trabajar de pintor de brocha gorda como yo”. Puedes llamarlo estrategia de estatus social, pero no está planteado en términos de clase, está planteado en términos individuales. Sí que habrá gente que quiere mantener su estatus y piense que en un centro privado puro lo va a conseguir mejor, pero también puede haber gente que piense: “Yo quiero que mi hijo llegue más lejos que yo, y para eso lo voy a llevar a la concertada o a la privada”. Caben las dos posibilidades.
De hecho, lo que muestra mi investigación es que, si la familia es de estatus bajo y consigue llevar a su hijo a un concertado, los resultados a largo plazo, como los comentados, son mejores, claramente. ¿Eso quiere decir que enseñan mejor? No lo sé. Pero quizá sea reveladora la experiencia secular de la gente.
¿Las familias que optan por la pública buscan más que el alumno sea protagonista de su aprendizaje, con menos estrés y más disfrute del mismo, y las que optan por la concertada una enseñanza más basada en la competitividad?
–Algo, pero tampoco es que esa preferencia explique un 80% de la varianza. Olvidándonos del nivel educativo de los padres, si piensan que la enseñanza debe procurar que cada estudiante destaque en los estudios para que sirva de modelo a los demás y que cada uno se acostumbre a dar lo máximo de sí mismo, matriculan a su hijo en un público en la mitad de los casos. Si piensan que tiene que procurar que los estudiantes convivan entre sí, que estén a gusto para que aprendan sin estresarse, lo hacen en dos tercios de los casos. La diferencia no es entre un 15% y un 80%. Además, habría que tener en cuenta el nivel educativo de los padres. ¿Por qué incluyo esa variable en los modelos? Para intentar ir más allá del mero nivel educativo o de ingresos de los padres. Para ver si algo que tenga que ver con preferencias relativas a los modos de enseñanza motiva la elección de un tipo de centro u otro. Yo creo que sí que hay algo, pero no necesariamente esa variable, que usé porque estaba disponible y tenía sentido, pero podría haber otras.
¿Cuál es la ganancia de un estudiante de clase baja por el hecho de haber ido a la concertada?
–Los modelos no estiman probabilidades, estiman la razón de oportunidades, pero con las ecuaciones correspondientes se puede simular, con todas las cautelas, lo que ocurriría en casos particulares. Por ejemplo, en la fase más reciente analizada, en centros concertados propiamente dichos, consideremos un entrevistado varón, de 35 a 44 años, cuyo padre tuvo una ocupación de nivel medio-bajo o bajo, cuyos padres ni siquiera tenían estudios primarios, con dos hermanos o más, y residente en Madrid. Si estudió en un centro público, en 2013 estaba ganando, según la predicción del modelo, según el modelo, unos 1.100 euros al mes. Si estudió en uno concertado, estaba ganando unos 1.300 euros mensuales, casi 200 euros más, casi un 17% más. Es una diferencia muy grande. ¿Compensa? Habría que ver los costes en los que han incurrido a lo largo de la vida, pagando más por la enseñanza concertada, pero se mire como se mire un 17% es una tasa de rendimiento muy grande.
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Habría que ver los costes en los que han incurrido a lo largo de la vida, pagando más por la enseñanza concertada, pero se mire como se mire un 17% es una tasa de rendimiento muy grande “
En un contexto de reducción de la natalidad, ¿asistiremos en algún momento a la desaparición de la concertada, o iremos hacia una red pública única, algo que algunas formaciones políticas consideran deseable?
–El argumento de la natalidad es un argumento bastante flojo y no tiene mucho que ver con la desaparición de una u otra oferta, que es una cuestión política.
La natalidad lleva siendo baja mucho tiempo. La doble red no existe porque la natalidad sea alta o baja. Los centros concertados, los privados que luego se concertaron, existen desde que hay una enseñanza que cubre a grupos de población más o menos amplios. A finales del siglo XIX, la enseñanza no oficial cubría casi la quinta parte del alumnado de primaria y dos tercios del de secundaria, y no había subvenciones dignas de tal nombre. Cuando toca afrontar el enorme crecimiento de la matrícula en la primera mitad de los setenta, una buena parte de ese aumento es posible gracias a la enseñanza subvencionada, pues la pública tardó más en “reaccionar”.
Que haya una doble red no deja de ser, también, es una manera de hablar, porque también podría haberse preferido que compitieran los centros en condiciones de igualdad, fueran públicos o concertados, pero, en realidad, no hay competición, porque las decisiones de planificación de la enseñanza las toman las autoridades. Ejemplos relativamente próximos a esas condiciones de competición serían los de los Países Bajos o, más recientemente, de Suecia.
Se trata de una cuestión política o ideológica, como lo es desde hace mucho tiempo, como poco, desde los años de la transición. Quienes promueven la desaparición de la enseñanza concertada, desde entonces, lo hacen, en parte, porque piensan que “produce” individuos insolidarios, que no se preocupan por los demás, que no son tan cívicos… Pero lo que se ve en mi investigación es que, si acaso, es al revés, en el supuesto de que haya causalidad. No salen menos cívicos, salen más cívicos. La supresión de la enseñanza concertada es, obviamente, defendible, pero conviene que defendamos los argumentos con razones lo más próximas a la realidad que sea posible.
Yo soy bastante “agnóstico” en esta materia. Creo que la gente tiene que poder elegir centro, y cuanto más lo haga en un mundo de centros diversos, mejor, sean públicos, concertados o privados, y elegir en condiciones de igualdad de financiación y de información. Para mí eso es lo importante.
“El argumento de la natalidad es un argumento bastante flojo y no tiene mucho que ver con la desaparición de una u otra oferta, que es una cuestión política “