Veo Veo

Aceprensa.-Familia actual.-Ojos que no ven, corazón que no siente. Si el refrán es verdad, lo es también este otro: lo que ven los ojos afecta al corazón, y a la mente, a la persona entera. Y más todavía si el que mira es un niño.

El “veo, veo” es un juego simple, pero que activa la imaginación, centra la atención y desarrolla el lenguaje. Se puede jugar en cualquier sitio, a cualquier hora, en cualquier situación; no hace falta ningún material, ningún accesorio; no tiene edad. “¿Qué ves?”, pregunta el que ha de adivinar “la cosita” en cuestión, y esa pregunta resulta decisiva, no sólo para el juego, sino, como veremos a continuación, también para la salud mental del niño.

Según el informe Kids TV Report del panel Eurodata TV Worldwide, cuando un niño español cumple doce años ha estado más de uno viendo la tele. Nuestros pequeños (de entre 4 y 12 años) se han pasado delante del televisor durante 2012 la friolera de dos horas y cuarenta y cuatro minutos al día de media. Además, la relación con las pantallas se ha convertido ya en el principal pasatiempo infantil, algo que va en proporción a la multiplicación de las alternativas digitales y al incremento de canales especializados en el público infantil.

Lo que entra por los ojos acaba en la imaginación y allí revolotea sin parar, se mezcla con las ideas y se filtra en el inconsciente: queda dentro de alguna manera. Si vigilamos lo que se llevan los niños a la boca (piezas pequeñas, cosas sucias, utensilios peligrosos…), cómo no nos va a preocupar lo se llevan a la cabeza. Si dejamos que miles de imágenes bombardeen a diario las retinas de nuestros hijos, hemos de ser conscientes de que su mente y su corazón pueden verse afectados.

En el nuevo juego del “veo, veo”, no sólo es importante el “qué ves”, sino también el cuánto, el cuándo, el cómo, el dónde y el porqué:

  • Para valorar los contenidos de los cientos de alternativas que nos ofrece la televisión, los padres disponemos de muchos medios informativos. Uno, en concreto, nos puede ser de gran utilidad, se trata de la revista y la web Contraste de la Federación de Teleespectadores que, dentro del Proyecto de educación audiovisual Aprender a mirar, ofrece a los padres materiales de información y actividades de formación sobre el universo audiovisual: televisión, cine, videojuegos, etc.
  • El demasiado nunca es bueno y, hay algo que nuestros hijos pequeños hacen demasiado: ver la tele. El cuánto se controla con otro cuánto, es decir, poniendo límites, haciendo un horario y manteniendo unos criterios firmes sobre el uso de los medios audiovisuales en nuestra casa.
  • ¿Cuándo ver la tele? El momento es importante, además repercute en el cuánto y en el cómo; sin embargo, nosotros no nos atrevemos a establecer una situación idónea, sino, en todo caso, podemos aconsejar cuándo no es bueno ver la tele: antes de ir a la escuela, porque se llevan las imágenes en la mochila; a la hora de las comidas, porque impide toda conversación; mientras se hacen los deberes, porque no se hacen, y antes de ir a dormir, porque, según qué tipos de imágenes vean, pueden distorsionar sus sueños.
  • La tele se ha de ver con unas condiciones físicas adecuadas (distancia, luz, posición, volumen…), pero, lo que es más importante, en compañía de adultos. Que los padres vean los programas televisivos con sus hijos no sólo es una medida de precaución, sino una actividad educadora: se pueden aprender muchas cosas delante de una pantalla, serán positivas si la actitud de los espectadores es activa, pues el poder hipnótico de la tele nos invita a un goce pasivo.
  • Nuestras casas están llenas de pantallas, de oportunidades para perderse en un universo virtual que puede convertirse en una alternativa peligrosa. Los niños no deben ver la tele en su habitación, sino en un lugar común, no sólo para poder controlar lo que ven, sino también para evitar que conformen un ocio individualista.
  • ¿Por qué tomarnos tan en serio el nuevo juego del “veo, veo”? Porque el problema de dejar a los niños solos ante el televisor es, fundamentalmente, que los dejamos solos. Convertir la tele en el canguro diario de nuestros hijos o el salón de casa en una guardería infantil dirigida por el programa de turno, es como jugar al “veo, veo” en solitario. Lo importante es que los padres estén con ellos para darles alternativas que “empiecen, empiecen” por la “j” (juegos), la “l” (lecturas), la “d” (deportes), la “v” (visitas), etc.

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