Una charla sobre Ucrania

Análisis digital.-Me puede usted explicar, en diez minutos, lo que pasa en Ucrania y, sobre todo, lo que puede pasar en los próximos días?
– Me atrevería si fuese usted indulgente conmigo: resumir en diez minutos la historia de Ucrania, aunque sea la más reciente, sería demasiado atrevido por mi parte. Pero me pregunto a qué se debe ese interés por saber lo que pasa más allá del partido Atlético-Real Madrid, que es lo que de verdad parece apasionar a los españoles más allá de las noticias que nos llegan de Ucrania. ¿Está realmente interesado en este tema?
– Hombre, más que nada para entender lo que nos dice el telediario y los noticiarios de la radio. Lo que se escribe en los periódicos es demasiado farragoso y no todo el mundo tiene buenas explicaderas.
– Pues mire, para entender un poco, un poquito, lo que pasa le diré que Ucrania no ha existido como república independiente nada más que tres años antes de que la revolución soviética se la merendase y, recientemente, desde que recuperó la independencia en 1994, tras la caída del telón de acero, después de que triunfase su propia “revolución naranja”… que no resolvió el problema profundo de la identidad ucraniana, es decir, su división mitad por mitad entre eurófilos y rusófilos, sin habla de los divisiones éticas y religiosas. Por cierto que si quiere rememorar la historia de la evangelización de Ucrania, la vieja Rus de Kiev, recupere para su lectura la encíclica de Juan Pablo II “Slavorum apostoli”, ahora que hemos celebrado días pasados la festividad de los santos Cirilo y Metodio.
– Pero aquélla revolución naranja que lideró la rubia de las trenzas Julia Timochenko al menos se sacudió el yugo de la omnipotente Rusia y empezó a respirar por sí misma en libertad.
– Solo en apariencia, amigo. La prueba está en que la mayoría de los ucranianos eligió a un filorruso comoYanokovich como presidente hace cuatro años y que este se dedicó al juego doble de reforzar las relaciones con Rusia al tiempo que mantenía unas aparentes negociaciones para firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea que el presidente ruso, Vadimir Putin, ha visto siempre con muy malos ojos. Rusia no quiere que Ucrania abra sus aduanas a los productos europeos porque detrás de ellos vendría, inexorablemente, la ampliación de la OTAN hasta la mismísima frontera rusa y donde Estados Unidos podría desplegar su famoso escudo antimisiles.
– O sea que lo que aparece en el fondo de todo este lío es la vieja desconfianza entre el Este y el Oeste y la amenaza de una nueva guerra fría…
– Yo diría más bien la amenaza de una peligrosísima guerra comercial que hundiría más aún en la crisis a Europa ya que más de la mitad de sus importaciones de gas y petróleo proceden de Rusia y casi todos los gaseoductos atraviesan precisamente Ucrania que, además, sería la primera víctima. No olvide que Ucrania está sumida en una crisis mucho más profunda que la de Grecia o Portugal y que necesita con urgencia una inyección de más de cien mil millones de euros para levantar un poco la cabeza.
– ¿Pero Bruselas está en condiciones de rescatar a Ucrania, en el supuesto de un asociación con la UE?
– Eso es más que dudoso, en efecto. Pero mucho peor puede ser la decepción de los ucranianos partidarios de Europa, si Europa no les abre sus fronteras para que puedan salir libremente en busca de trabajo. No olvide que el salario medio de los obreros ucranianos apenas alcanza los 300 euros mensuales y todos esperan un mejor nivel de vida. Lo dramático es que, además, en el supuesto de que Europa rescatase la economía de Ucrania, el nuevo gobierno que se forme después de las elecciones –si llegan a celebrarse- tendría que imponer tales recortes presupuestarios que ríase de los que hemos tenido que soportar en España.
– Vistas así las cosas parece que los ucranianos no saben lo que piden y que casi, casi les resultaría mucho mejor mejorar sus relaciones con Rusia.
– Es posible pero no olvide la fuerza que puede tener el ansia de libertad de esa mitad de la población que vivió la experiencia de lo que llamó el “holomodor”, es decir, el extermino de cuatro millones de campesinos por el hambre en los años 1932 y 1933, decretado por el Kremlin para acabar con la resistencia ucraniana al nuevo orden soviético. Aquella tragedia ya determinó una mayor división entre la población cuando estalló la II Guerra Mundial. Los ucranianos occidentales no dudaron en aliarse con los nazis para enfrentarse con el Ejército Rojo… apoyado por los ucranianos orientales. Por ello, Moscú ha llamado “fascistas” a los sublevados de Maidan. Con esto quiero decir que el mayor problema ahora sería recuperar la “memoria histórica” y que se produjera un enfrentamiento entre los partidarios de Europa y de Rusia con el riesgo de una escisión del país en dos mitades, algo que abre las carnes a Europa y Estados Unidos.
– ¿Pero usted cree que Estados Unidos, por ejemplo, estaría dispuesto a defender la unidad de Ucrania hasta el extremo de ir a una guerra con Rusia? Eso sería el comienzo de la tercera guerra mundial, el apocalipsis, vamos…
– La verdades que Obama apenas ha dado la impresión de querer enfrentarse con Putin y que lo lógico será que la diplomacia entre en juego antes de que la cosas vayan a mayores. La diplomacia y los gestos, claro. De momento parece que está en peligro la próxima cumbre de los G-8, prevista en Sochi el próximo mes de junio, aunque tampoco pasaría gran cosa si se suspende.
– Si, pero Rusia ya ha ocupado la península de Crimea e incluso ha desarmado a las unidades militares ucranianas que se encuentran allí.
– Es verdad: Rusia está jugando más fuerte y más claro que Europa y Estados Unidos que se están viendo rebasados por los hechos, como ha ocurrido en Siria. De todas formas le digo que las consecuencias de un nuevo choque Este-Oeste serían tan pavorosas que para Obama y los líderes europeos no habrá más salida, de momento, que aceptar los hechos consumados mientras se multiplican los llamamientos al diálogo. Lo ocurrido días atrás en la plaza Maidan de Kiev quedará como un capítulo más de la turbulenta historia del mundo eslavo que, por supuesto, todavía no ha terminado.
– Su conclusión, por tanto, es…
– No tengo conclusión. Cuando hay desconfianza todo puede ocurrir, incluso una guerra civil entre ucranianos. Pero no seamos agoreros.

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