¡Un palo, un palo!

Blog Familia actual.Una simpática campaña publicitaria nos presenta a un niño desenvolviendo regalos (por lo que parece ha recibido muchísimos) en el preciso momento en que descubre que le han regalado un palo, sí, un simple palo (ver). El niño grita de alegría: “¡Un palo, un palo!”, lo alza como si fuera un trofeo y da gracias por haber recibido el juguete de los juguetes. Uno de sus amigos lo mira estupefacto, no entiende lo que está pasando, cómo un simple trozo de madera puede alegrar tanto a un niño de su edad.
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La escena es demasiado real: un niño rodeado de regalos, el suelo lleno de confeti y envoltorios, la mesa con restos de comida, platos de plástico sobre el sofá, globos y cintas de colores. Hay paquetes enormes que auguran grandes regalos, pero el niño, cansado ya de lo previsible (porque quizá “tiene de todo”), se emociona cuando descubre que le han regalado un sencillo palo.

Pero, ¿qué tiene un palo que no tengan los juguetes que normalmente regalamos a nuestros hijos? Carece de lo más elemental: no es nada sofisticado, no dispone de una tarjeta gráfica de última generación, no resulta tecnológicamente avanzado, no es una pantalla, no tiene mandos, ni siquiera es articulado, no lleva un manual de instrucciones en todos los idiomas, no brilla, no tiene luz, no hace nada… No es una pistola, ni una nave espacial, no es un superhéroe ni un robot, no es una espada ni un arma de rayos láser, ni siquiera un mando a distancia que mueva una raqueta imaginaria… Un palo no es nada de eso; sin embrago, lo puede ser todo, porque es un activador de la imaginación de un niño.

Pero nadie regala palos. Antes porque estaban por doquier y los chavales los tomaban del suelo para jugar con ellos; ahora, porque nadie los considera dignos de ser considerados juguetes. Pero, bien mirado, comparten por derecho propio tal categoría. Un palo es una prolongación de la imaginación infantil con el que, como si de una varita mágica se tratara, se puede jugar a todo. Al contrario de los juguetes al uso, con los que sólo se puede jugar a una sola cosa, los palos poseen una “jugabilidad” extraordinaria. El concepto “jugabilidad”, posiblemente una traducción directa del inglés, aparece como un rasgo señalado en el listado de características de algunos videojuegos; no obstante, le compete a ese trozo de rama por carecer de especificidad, ya que, no siendo un juguete, los puede ser todos.

Los fabricantes se rompen la cabeza diseñando juguetes originales y atractivos, que gusten a los niños y que despierten su imaginación, pero estos no quieren juguetes: quieren jugar. Y para eso no hacen falta avanzadas tecnologías ni grandilocuentes puestas en escena; para jugar es suficiente un palo, un simple palo, es decir casi nada, porque lo importante no es con qué se juega, sino con quién se juega.

Sé tú ese palo con el que juegue tu hijo, y todos los demás juguetes sobrarán. Cada vez que vemos el spot, escuchamos entre líneas a ese niño gritar emocionado: “¡Un papá, un papá! ¡Gracias, un papá!”.

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