Nicolás Jouvė.Pagina digital.
El pasado 28 de enero se publicó en EL PAÍS Digital un artículo titulado “Un embrión generoso”, en el que se hace mención a una reciente tecnología desarrollada por investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo y publicada en Nature Communications. Se trata de crear bancos de células embrionarias con fines de investigación biomédica partiendo de embriones producidos por fecundación in vitro y sin que estos sean destruidos [1]. Sin duda alguna el fin perseguido es bueno, ya que se trata de no destruir embriones humanos, aunque sí de utilizarlos como fuente de líneas celulares para aplicaciones en medicina regenerativa. Sin embargo, la noticia de la aparición de esta tecnología requiere un adecuado análisis, especialmente desde el punto de vista ético.
Sin duda alguna el fin perseguido es bueno, ya que se trata de no destruir embriones humanos, aunque sí de utilizarlos como fuente de líneas celulares para aplicaciones en medicina regenerativa. Sin embargo, la noticia de la aparición de esta tecnología requiere un adecuado análisis, especialmente desde el punto de vista ético.
En el artículo de El PAÍS, se describen los antecedentes y se dice que las primeras células madre descubiertas, y –en su opinión- todavía las óptimas para muchas aplicaciones-, requieren la destrucción de un embrión humano. Esta es la razón, según el articulista, de la fuerte oposición ética y religiosa (?) y también de que siga siendo ilegal obtenerlas en países como Estados Unidos, o al menos en sus institutos públicos. Sobre esta tesis hay que recordar que en octubre de 2011 el Alto Tribunal Europeo de Estrasburgo (no la Iglesia Católica) sentenció en contra del uso de los embriones para fines comerciales y obtención de patentes en el ámbito de la Comunidad Europea. Este fue el motivo de la Iniciativa Ciudadana Europea “Uno de Nosotros”, con el resultado de cerca de 2.000.000 de adhesiones de ciudadanos de 28 países de la UE. También conviene recordar que a pesar de dicha sentencia siguen sin reformarse las leyes españolas 14/2006 de “reproducción humana asistida” y 14/2007 de “investigación biomédica” que permiten el uso de los embriones para investigación.
La técnica que han desarrollado los investigadores suecos, consiste en extraer una célula del embrión en el estado de mórula de ocho células, dejando el resto del embrión en condiciones de proseguir su desarrollo. Se trata de la misma tecnología que se usa para llevar a cabo el llamado «diagnóstico genético preimplantatorio» con el fin de seleccionar embriones idóneos para su implantación en razón de su perfil genético.
A pesar del optimismo con el que se comenta la noticia, caben varias objeciones éticas. En primer lugar, la biopsia de una célula en un embrión de ocho células es técnicamente complicada y lleva a la pérdida de muchos de ellos, cuestión que suele ocultarse ante la buena intención de no destruirlos. Pero además, en el caso de que se deseara la implantación posterior de los embriones manipulados, debe conocerse que por efecto de la propia manipulación pueden surgir las llamadas alteraciones «epigenéticas», que son modificaciones moleculares en los genes sin cambios en las secuencias del ADN, pero que pueden afectar a su expresión. Estas alteraciones pueden tener consecuencias para la salud, como las que cada vez con más evidencia se están observando en los bebés procedentes de la fecundación in vitro [2]. A esto se refiere la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva que publicó un informe en 2001 sobre el diagnóstico genético preimplantatorio y en el que advertía: «Es necesario indicar a los pacientes que sean conscientes de los posibles errores potenciales en el diagnóstico y la posibilidad de efectos negativos a largo plazo, actualmente desconocidos, sobre el feto como consecuencia del procedimiento de la biopsia practicada en el embrión».
Pero además las células madre embrionarias no han dado ningún resultado en medicina regenerativa en los 15 años de investigación. Por el contrario, durante este tiempo, han ido surgiendo nuevas tecnologías muy prometedoras y que no requieren el uso de embriones. De este modo, se cumplen también cerca de 15 años de investigaciones con células madre no embrionarias y adultas, como las que se encuentran en el cordón umbilical y en la base de muchos tejidos durante la vida adulta, destinadas a cumplir el papel de restaurar el desgaste natural de los tejidos. Hoy nadie debería dudar del potencial terapéutico de este tipo de células como alternativa a las embrionarias para aplicaciones clínicas. La mejor prueba de ello lo ofrecen los datos del registro mundial de ensayos clínicos, que puede consultarse en http://www.clinicaltrials.gov/, y que en enero de 2014 muestra 4.754 ensayos clínicos con células madre adultas, por solo 29 con células embrionarias.
En este mismo registro aparecen además 135 ensayos con la nueva tecnología de la «reprogramación celular», que consiste en obtener «células madre pluripotentes inducidas» (iPS), y que motivó los premios Nobel de Medicina de John Gurdon y Shinja Yamanaka, de 2012. Se trata de una tecnología en la que no se utilizan embriones, sino células somáticas procedentes del mismo paciente, por lo que tampoco plantean problemas de rechazo. Las células de la piel u otros tejidos somáticos, son cultivadas en el laboratorio y reprogramadas genéticamente de modo que al proliferar dan lugar a células semejantes a las embrionarias, mostrando capacidad de diferenciarse hacia varios tipos de tejidos, de ahí la denominación de «pluripotentes». En 2008 la revista Science calificó la «reprogramación celular» como el descubrimiento científico del año por la utilidad que pueden tener en la investigación y por su utilización dentro del campo de la medicina reparadora.
A pesar de esto, en el artículo de EL PAÍS se lee una declaración de Tryggvason, el líder del equipo del Instituto Karolinska, que dice: “Pienso que las células iPS son de un gran interés para estudiar los mecanismos de la enfermedad y como modelos para probar nuevos fármacos, siempre que hayan sido derivadas de pacientes con dolencias genéticas; pero muchos científicos, entre los que me incluyo, somos escépticos sobre su uso para implantarlas a pacientes, ya que están modificadas genéticamente”.
Sobre esta afirmación, cabe hacer dos precisiones:
a) como bien dice Tryggvason, las células iPS son mejores e irreemplazables para estudiar los mecanismos de la enfermedad y como modelos para probar nuevos fármacos, cuando proceden de pacientes con alteraciones genéticas. Pero también lo son para la medicina regenerativa, pues la modificación genética no tiene por qué implicar ninguna alteración más allá de su cambio de diferenciación y paso al estadio de células pluripotentes.
b) sea por mala suerte o por el propio dinamismo de la investigación científica, el mismo día en que se publica el método de la biopsia de células embrionarias, se publica en Nature un nuevo avance en la línea marcada por Yamanaka y consistente en la conversión de células somáticas adultas en células pluripotentes, pero en este caso sin modificarlas genéticamente [3]. Esta investigación, dirigida por Haruko Obokata del centro de Riken para la biología de desarrollo en Kobe (Japón), partió del descubrimiento de que cuando se somete a un stress a las células blancas de la sangre, tales como a un medio ácido o ponerlas en un ambiente con poco oxígeno hasta llevarlas casi al borde de la muerte, las células pierden su identidad como células de la sangre e invierten su camino hacia un estado equivalente a las células madre embrionarias.
El descubrimiento podría revolucionar la medicina proporcionando un método sencillo y rápido para reparar los tejidos finos degradados o dañados –caso de una enfermedad cardíaca, ceguera, quemaduras de la piel, etc.-, partiendo de células procedentes de tejidos y órganos del propio paciente, dejando atrás los intentos fallidos de utilización de las células embrionarias.
Por mucho empeño que se ponga en la investigación con embriones, destruyéndolos o manipulándolos, su validez para la medicina regenerativa no ha dado los resultados esperados y tras la aparición de alternativas más éticas su suerte está echada. Seguir proponiendo el uso de los embriones a estas alturas es como seguir empeñados en las radios de galena, los discos de vinilo o el fonógrafo de Edison, con una diferencia, de estos inventos siempre se podrá decir que fueron buenos mientras duraron… de las células madre embrionarias, no.
[1] Rodin S, et al. «Clonal culturing of human embryonic stem cells on laminin-521/E-cadherin matrix in defined and xeno-free environment». Nature Communications 5 (2014): 3195.
[2] Hansen M, et al. «Assisted reproductive technology and birth defects: a systematic review and meta-analysis». Human Reproduction Update, 19, (2013), pp. 330–353.
[3] Obokata H. et al., “Stimulus-triggered fate conversion of somatic cells into pluripotency,” Nature, 505:641-47, 2014; Obokata H. et al, “Bidirectional developmental potential in reprogrammed cells with acquired pluripotency”. Nature, 505:676-80, 2014.
Nicolás Jouve, Catedrático de Genética, Presidente de CíViCa