Peter Angelina, que sobrevive en Sevilla vendiendo pañuelos de papel en los semáforos, acude a la policía con un maletín olvidado que contenía 3.150 euros en efectivo, seis cheques nominativos, documentos y un móvil. “A Dios no le hubiera gustado” que me lo quedara, “el dinero no era mío” dice.
ForumLibertas.com
Se acerca la Navidad, un tiempo en el que todos nos volvemos algo más solidarios e incorporamos a nuestro comportamiento cotidiano algunos de los valores que deberíamos tener en cuenta normalmente en el día a día.
Sin embargo, hay historias que sobrepasan esta tendencia navideña. En los días que siguen hasta concluir 2014, iremos narrando algunas de ellas que destacan por sus valores o solidaridad.
Un primer ejemplo lo tenemos en la figura de Peter Angelina, un inmigrante nigeriano de 35 años afincado en el barrio de El Tardón, en Sevilla, desde hace algo más de 15 años y que vende pañuelos de papel en un semáforo para buscarse la vida.
“No soy tonto, soy bueno”
Peter ha pasado por una experiencia que, sin duda, recordará el resto de su vida: el pasado 3 de diciembre, Pedro, como le conocen en el barrio, estaba trabajando con su venta de pañuelos en un concurrido cruce de calles en el núcleo de viviendas Santo Ángel de la Guarda, cuando se percató de que de un vehículo que arrancaba tras haberse detenido ante un semáforo se caía un maletín que, en un descuido, su propietario había olvidado en el techo.
Su primer instinto fue cogerlo y salir corriendo detrás del coche para devolverlo, pero el conductor no se dio cuenta. Asegura que ni se le pasó por la cabeza comprobar lo que había dentro, y mucho menos quedárselo.
“No sabía lo que había dentro, podía haber droga o una bomba”, bromeaba este martes al comentar la anécdota. Asustado, buscó algún testigo de su acción y se encaminó a la policía para devolverlo.
Al rato, se vio sorprendido por un grupo de agentes que se acercó a felicitarle. Habían localizado al dueño del maletín, que contenía 3.150 euros en metálico y seis cheques nominativos por otros 13.000 euros, además de documentos y un móvil.
“No soy tonto, soy bueno”, afirma con rotundidad cuando los vecinos, que ahora le toman el pelo, saben que a Pedro el dinero le hubiera venido muy bien.
“A Dios no le hubiera gustado”
Licenciado en Medicina en Nigeria, como su título no es válido en España Pedro, que es muy religioso, aprovecha las tardes para acudir a clase en la universidad para homologarlo. Ya va por el quinto curso. Pero Pedro es un buscavidas: trabajó de profesor en Londres, hace chapucillas informáticas e incluso ha participado en algún número de televisión de Los Morancos o se ha disfrazado de rey mago en la cabalgata del barrio.
Ante quienes se sorprenden por su honestidad, este nigeriano, que es muy religioso y que ayuda a misa desde hace nueve años en la cercana parroquia de San Joaquín, insiste en que actuó como le enseñó su padre. “Me dicen que podía haber cogido el dinero y tirar el maletín a un contenedor, pero yo no soy así y, además, a Dios no le hubiera gustado”, defiende.
“El dinero no era mío. Si yo tengo un céntimo, un dólar, es lo que tengo, pero robar…”, añade. Y como las historias de Navidad, la suya también tuvo un final feliz, y el agradecido dueño, un empresario de la zona, le entregó 100 euros que Pedro aún conserva en el bolsillo.