La tolerancia ha sido un valor preciado en la tradición británica. Pero últimamente parece estar muy restringida en ciertas materias. Un síntoma es la polémica creada por la ministra de Educación, Nicky Morgan, por unas declaraciones al Sunday Times, en las que decía que las escuelas religiosas deberían enseñar a los alumnos a ser tolerantes con otras religiones y respetuosos con los derechos y relaciones de los gais y transexuales.
Circunscribir los problemas de tolerancia a estas escuelas y a los derechos de los gais es ya un enfoque estrecho. Por la misma razón debería plantearse si en las escuelas no religiosas se enseña a ser respetuoso con las creencias cristianas. O, puestos a respetar derechos, no se sabe por qué hay que poner como piedra de toque los derechos de los gais y no, por ejemplo, los derechos de los escoceses, que también han estado discutidos.
Pero a la ministra parece que le preocupa solo el posible fundamentalismo religioso, y está empeñada en una reforma para que las escuelas enseñen “British values”, en donde incluye el respeto al matrimonio gay y a las relaciones homosexuales. Incluso ha advertido que las escuelas que no incorporen a su enseñanza estos “British values” serán juzgadas inadecuadas y se arriesgan a ser cerradas.
Las reacciones no se han hecho esperar. En el sector de escuelas religiosas –desde las judías a las católicas- surgieron voces preguntándose si iban a ser obligadas a renunciar a su doctrina para dar el o.k. a la homosexualidad y el matrimonio gay. ¿Dónde queda el respeto a la libertad religiosa y a la libertad de enseñanza?
Para tranquilizar a los discrepantes, el Departamento de Educación publicó un tuit aclarando que era “absurdo decir que las escuelas iban a tener que enseñar los derechos de los gais. Queremos que las escuelas enseñen un curriculum abierto basado en los valores británicos”. Pero entonces las críticas surgieron del otro lado: ¿es que los derechos de los gais no forman parte de los valores británicos? ¡Homofobia flagrante!
De este modo la ministra se ha metido en terreno pantanoso. Es verdad que existen algunas escuelas religiosas donde la tolerancia no es un valor en alza. Hace algunos meses fueron noticia unas escuelas islámicas en Birmingham, legalmente reconocidas, donde la inspección educativa descubrió que se enseñaban doctrinas yihadistas y consignas a favor del Califato. Pero escándalos de este tipo son los que suelen utilizarse para promover medidas contra las escuelas religiosas en general, como un medio para acallar no a quien predica la violencia yihadista, sino a quien critica el matrimonio gay o cualquier otra doctrina que no guste al establishment de hoy día.
Diversas voces han señalado que las nuevas reglas, en teoría dirigidas a combatir el extremismo, están creando ya dificultades a las escuelas religiosas para ser coherentes con su ideario. El pasado octubre, The Telegraph informaba de que la Trinity Christian School de Reading había sido advertida por la inspección educativa de que para promover activamente la tolerancia, como exige la política de “British values”, debería invitar a imanes y líderes de otros grupos religiosos a que tuvieran reuniones en el colegio. De lo contrario, su continuidad peligraba. Sin embargo, el año pasado la inspección había calificado de “excelente” la preparación que la escuela proporcionaba a los alumnos “para la vida en la moderna, multicultural y democrática sociedad británica a través de la enseñanza del principio cristiano ‘ama a tu prójimo’”. Sin duda, una escuela de raíces cristianas enseña a tener hacia el prójimo un sentimiento que va más allá de la mera tolerancia.
Pero se ve que en la democrática sociedad británica la tolerancia se ha transformado en un valor que se aplica solo en un sentido.