Es como su madre, igual de susceptible. No se puede hablar con él porque a la mínima se enfada. Ya desde pequeñito era así. ¿Qué voy a esperar ahora que es adolescente?
Este pensamiento es uno de los que más daño hacen a nuestros hijos: pensar que su comportamiento tiene un marcado carácter genético y que hagamos lo que hagamos no podrá cambiar.
Esto hace que nos resignemos y no establezcamos estrategias para crear cambios en ellos, para mejorarlos y desarrollar todo el potencial que no podemos ver por nuestra propia inflexibilidad cognitiva.
Para crear cambios en nuestros hijos debemos creer que podemos crearlos, que hay posibilidades efectivas de conseguirlos. Esta visión nos permite desarrollar en nuestros hijos una predisposición al aprendizaje y, sobre todo, la creencia de que son capaces de aprender por sí mismos.
Piensa en grande, destruye estereotipos, olvida parecidos y comparaciones. No encorsetes a tu hijo con el perfil de otra persona. En lugar de la frase anterior, piensa: es maravilloso, inteligente y creativo aunque a veces un poco susceptible. Tendré que ofrecerle experiencias y oportunidades para que mejore en este aspecto.