Desde que la crisis se ha hecho evidente, ha aumentado la tensión en las aulas. De una forma difícil de cuantificar, se percibe en ellas un preocupante incremento de actitudes incívicas, malas contestaciones, faltas de respeto hacia los profesores y los compañeros, peleas, insultos, palabrotas… El último informe de El defensor del profesor, presentado recientemente por el sindicato ANPE, pone cifras a esta percepción: de las 3.352 denuncias presentadas por profesores durante el pasado curso, el 24% se debían a problemas para dar clase, el 21% a faltas de respeto, el 18% a acoso y amenazas de los alumnos, el 17% a falsas acusaciones, el 12% a insultos y el 11% a conductas agresivas de los alumnos hacia el profesor y hacia sus propios compañeros.
Los autores del informe describen lo que hacen algunos de los alumnos que ocupan aula en nuestro país de la siguiente manera: “contestan mal, con insolencia y altanería, utilizando expresiones zafias e insultantes, hacen caso omiso del profesor si este les llama la atención porque hablan, escuchan música, utilizan el móvil, forman corrillos, comen pipas, gritan, se insultan o hablan en tono elevado entre ellos; colocan los pies encima de la mesa, se tumban, se levantan y deambulan por la clase, emiten sonidos, contestan de forma desafiante, con desdén, llegando en ocasiones al insulto, a la intimidación, se mofan del profesor y buscan el enfrentamiento para vanagloriarse delante de sus compañeros. Llegan a hacer apuestas sobre el tiempo que tardan en hacer mella en el estado de ánimo del profesor o profesora hasta conseguir que salga llorando de clase o que debido al estrés al que se le está sometiendo pida la baja laboral” (p. 17).
Aunque el informe admite que “el ambiente familiar es un factor decisivo”, así como la pérdida de autoridad por parte del profesorado, hace hincapié en la reducción de los recursos llevada a cabo por el gobierno (según ANPE, en los últimos dos años hay 50.000 profesores menos). Es decir, culpabiliza a la crisis económica del aumento de la tensión en las aulas, pero en el sentido de que la crisis ha supuesto recortes en educación. Por lo que, según parece, no es que haya aumentado la conflictividad, sino más bien que han disminuido los medios para atajarla (aumento de ratio por alumno, por ejemplo).
Compartimos en parte esta visión: la crisis es una variable fundamental para explicar lo que está pasando en muchas escuelas, pero no lo es únicamente porque haya traído recortes, que siempre son mal recibidos, sino porque ha hecho aumentar la tensión familiar y social, ha alterado las relaciones humanas y eso, como no podía ser de otra manera, se ha trasladado a las aulas. Es decir, que el malestar, la intranquilidad, el desasosiego que está causando esta crisis en las familias, ha provocado un aumento de la tensión en las aulas.
Detrás de una mala contestación, de un bajón en las notas, de un insulto, de una pelea, de una fuerte salida de tono, de un “rebote” sin motivo suficiente, late una tensión que antes no había y que muchos alumnos se traen de casa o de la calle en la mochila. Hace falta cargar esa mochila de muchos valores –disciplina, trabajo, respeto, docilidad, etc.– para que en ella no quepa esa dama silenciosa que alienta nuestra ira y la desata cuando menos lo pensamos.
Fuente:Familia actual