Por: Profesores IESE | 08 de julio de 2012
JOAN FONTRODONA, profesor de Ética en los Negocios.
Hemos asistido estos días a un nuevo episodio de malas prácticas en el sector financiero: Barclays multado tras reconocer su implicación en la manipulación de los tipos de interés interbancarios, y, como consecuencia, la dimisión de la cúpula del banco. Me viene a la memoria aquella escena de ‘Casablanca’ en la que el Capitán Renault ordena el cierre del Café de Rick y exclama: “¡Qué escándalo, qué escándalo! He descubierto que aquí se juega”, mientras un empleado de Rick se acerca para darle las ganancias de su última partida.
Joan FontrodonaLa primera reflexión es clara: ¡Señores, hay que hablar más de ética, y sobre todo actuar más según unos principios éticos! Hoy la palabra de moda es “sostenibilidad”, una palabra políticamente correcta, que puede significar cualquier cosa. Es más, estoy seguro de que si les preguntamos a los implicados en este caso, nos dirán que actuaron pensando en la sostenibilidad de la empresa (“si no, nos iban a nacionalizar” se ha oído como justificación). Pero cada vez que salta un escándalo el problema es una falta de ética. Así que dejémonos de complejos y hablemos de ética.
Por lo que nos cuenta la prensa, podría haber más de veinte entidades financieras e incluso autoridades del Bank of England implicados en estos sucesos. Un entramado suficientemente amplio, un nuevo caso en una larga secuencia de escándalos, que nos llevan a pensar que no se trata sólo de algunas “manzanas podridas” sino que debe haber algo sistémico en el trasfondo de todas estas prácticas corruptas.
Segunda reflexión: la ética es, sobre todo, personal, tiene que ver con los principios y conductas de las personas, pero también es necesaria una reflexión ética sobre el impacto de las organizaciones, de las políticas y de los sistemas. Hay que reflexionar sobre el papel de los mercados financieros, sobre los comportamientos que incentivan, sobre la presión que ejercen en la actividad empresarial.
En declaraciones posteriores, los directivos de la entidad se han excusado en que no sabían de la existencia de esas prácticas. Está claro que un directivo no puede saber todo lo que pasa en su empresa. Pero hay otras dos consideraciones que se pueden hacer. Primero, que hay un cierto tipo de ignorancia -aquella de los que “prefieren no saber”- que lejos de quitar responsabilidad, la agrava. Hay cosas que uno, por el lugar que ocupa, tiene obligación de saber: ¡es curioso cómo gente tan lista en determinadas ocasiones se vuelve tan torpe y descuidada!
Segundo, que, ya que uno no puede saberlo todo, debe poner los medios para permitir que la información fluya de abajo a arriba, de modo que los empleados puedan preguntar, expresar sus dudas e incluso alertar sobre prácticas cuestionables o claramente delictivas. Esto no es chivarse, esto es permitir que todos colaboren a la buena marcha de la empresa antes de que sea tarde. La mejor medicina es la preventiva. También la ética debería ser preventiva, porque una vez se aparece en las portadas de los periódicos el mal ya está hecho.
© Joan Fontrodona. Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra y Máster en Administración de Empresas por el IESE-Universidad de Navarra. También preside el Centro para la Empresa y la Sociedad del IESE y colabora con el Centro de Ética Empresarial (Bentley College) de Harvard Business School y con la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Participa activamente en varias asociaciones internacionales vinculadas con la Ética, la Economía y la Dirección y es miembro de la Comisión de Responsabilidad Social de la Junta de Censores de Cuentas de Cataluña.
Economía con valores.El País