No son promesas formales, sino más bien expectativas. Se refiere a ellas Stephen D. King, economista jefe del HSBC, en el New York Times del pasado día 6 de octubre, en un articulo titulado “Cuando la riqueza desaparece”. La promesa o expectativa que no se va a cumplir, dice, es la del crecimiento de la economía norteamericana -y europea, y española, añado yo- a una tasa “decente”. A partir de la evidencia del menor crecimiento del PIB en los últimos años, incluso antes de la crisis actual, King dice que no se debe solo a la recesión consiguiente a esa crisis financiera, sino a una pérdida efectiva de capacidad de crecimiento. Su mensaje es, en definitiva, que cuando acabe la recesión no volveremos al crecimiento anterior -una tesis que ya he apuntado yo en otras ocasiones (y lo de menos es que lo haya dicho yo, sino que lo dice ya mucha gente).
King dice que la economía mundial se benefició desde hace unas décadas de unos cambios importantes, que ya no se repetirán. 1) La apertura de nuevos países al comercio mundial. Ya está hecha; lo que queda ahora son, como dicen los anglosajones, “peanuts”, cacahuetes. 2) Innovaciones financieras, como la generalización del crédito al consumo. 3) La creación y extensión de una formidable red de seguridad social, que dio confianza a las familias y permitió mantener un alto nivel de consumo. 4) La entrada de la mujer en el mercado de trabajo, que ya está completada (y deberíamos añadir también la apertura al mercado laboral mundial de unos cuantos miles de millones de trabajadores potenciales, antes separados del mismo por el sistema comunista). 5) La mejora en la calidad de la educación, que aún puede mejorar, pero, claro, no tanto como antes.
King saca dos conclusiones de esto. Una, la necesidad de reformas: sin ellas, el “más de lo mismo” no permitirá recuperar el crecimiento elevado. Otra -y este es el mensaje central que, me parece, se propone transmitir-, la necesidad de “la honestidad económica, para reconocer que las promesas hechas en los buenos tiempos no se podrán mantener con facilidad”.
King no hace referencia a las posibilidades de la innovación, principalmente tecnológica, probablemente porque piensa que, aun con ella, nos espera un panorama menos prometedor que el que nos prometíamos antes de la crisis . La conclusión que yo añadiría es que necesitamos una reflexión seria sobre las posibilidades de crecimiento, más allá de la pseudo-euforia de los que creen que, en cuanto salgamos de la crisis, volveremos a atar los perros con longaniza. Esa reflexión no es fácil, porque nos dejamos llevar a menudo por el pesimismo o por la euforia, con bases ideológicas o interesadas. Pero hay que hacerla. Y de esa reflexión dependen también las reformas que, como ya dije, King considera necesarias.