Mejora y práctica de las habilidades de función ejecutiva con niños desde la infancia hasta la adolescencia

Las habilidades de función ejecutiva y de autorregulación proporcionan un apoyo decisivo para el aprendizaje y el desarrollo. Al igual que un sistema de control del tránsito aéreo en un aeropuerto concurrido gestiona las llegadas y los despegues de muchos aviones en diversas pistas, las habilidades de función ejecutiva nos permiten retener y trabajar con la información en nuestros cerebros, centrar nuestra atención, filtrar las distracciones y cambiar la marcha mental. Las tres dimensiones básicas de estas habilidades son: n Memoria de trabajo — la capacidad de retener información en la mente y usarla. n Control inhibitorio — la capacidad de dominar los pensamientos e impulsos para resistir tentaciones, distracciones y hábitos, y para pausar y pensar antes de actuar. n Flexibilidad cognitiva — la capacidad para cambiar de marcha y ajustarse a demandas, prioridades o perspectivas cambiantes.

Las habilidades de función ejecutiva y de autorregulación proporcionan un apoyo decisivo para el aprendizaje y el desarrollo. Al igual que un sistema de control del tránsito aéreo en un aeropuerto concurrido gestiona las llegadas y los despegues de muchos aviones en diversas pistas, las habilidades de función ejecutiva nos permiten retener y trabajar con la información en nuestros cerebros, centrar nuestra atención, filtrar las distracciones y cambiar la marcha mental. Las tres dimensiones básicas de estas habilidades son: n Memoria de trabajo — la capacidad de retener información en la mente y usarla. n Control inhibitorio — la capacidad de dominar los pensamientos e impulsos para resistir tentaciones, distracciones y hábitos, y para pausar y pensar antes de actuar. n Flexibilidad cognitiva — la capacidad para cambiar de marcha y ajustarse a demandas, prioridades o perspectivas cambiantes. Estas habilidades nos ayudan a recordar la información cuando necesitamos completar una tarea, filtrar las distracciones, resistir los impulsos inapropiados o improductivos y mantener la atención durante una actividad concreta. Las utilizamos para establecer objetivos y planificar las maneras de conseguirlos, evaluar nuestro progreso durante el camino y ajustar el plan si es necesario, a la vez que gestionamos la frustración para no actuar en función de esta. Aunque no nacemos con habilidades de función ejecutiva, nacemos con el potencial para desarrollarlas. El proceso es lento ya que comienza en la infancia, continúa en la edad adulta temprana y se configura con nuestras experiencias. Los niños construyen sus habilidades a través de la participación en interacciones sociales significativas y en actividades agradables en las que hacen uso de las habilidades autorregulatorias a niveles cada vez más exigentes.

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