Cada año el Estado pide prestado unos 200 millardos (miles de millones de euros); en el llamado mercado primario de deuda pública, en el que los inversores compran (prestan) unos 100 millones de letras del tesoro (deuda a corto plazo, que vence en menos de 2 años) y otros 100 millones de bonos de estado a largo plazo (3, 5 y 10 años). Más de la mitad de los que nos prestan son entidades financieras españolas, con dinero de los españoles.
Posteriormente, una vez emitidos, estos bonos, se pueden vender en el llamado mercado secundario de deuda pública. Al igual que en la bolsa uno puede comprar acciones, en el mercado de deuda se compran y venden bonos del estado. Si hay mucha demanda del bono español, el precio sube y la rentabilidad del bono baja, ya que has comprado más caro. Si todo el mundo quiere vender, el precio del bono baja y la rentabilidad sube. Es así como se fija el tipo de interés del bono español y por ende la dichosa prima de riesgo, que es la diferencia entre el tipo de interés del bono español y el bono alemán.
En este mercado secundario se negocian cada año la friolera de 7.200 millardos de euros, es decir, 60 veces más de lo que pide prestado el gobierno español. Vaya que aquello es una feria de comprar y vender. Los principales jugadores o players son entidades financieras internacionales, cuyo objetivo es ganar dinero con el bono español. Si el ambiente está mal, venden “a saco”, con la esperanza de poder recomprar más barato y haber hecho un suculento negocio. Y muchas veces lo pueden hacer sin poner ni un duro, ya que se permite vender bonos que no tienes, es lo que se conoce como posiciones cortas.
Estos jugadores no ganan mucho cuando el precio del bono y la prima de riesgo están estables, pero se “forran” cuando hay grandes subidas de la prima de riesgo (gran volatilidad) y por tanto grandes bajadas del precio del bono: venden a 100 lo que mañana recomprarán a 80… y sin poner ni un duro. Y más importante, la mayoría de estos “jugadores” no prestan ni un duro al gobierno español, pues no acuden al mercado primario a prestar; simplemente negocian con los bonos ya emitidos.
El resultado es que en tiempos de crisis se exacerba mucho la subida de la prima de riesgo y con ella la desconfianza de los consumidores, de los empresarios y de toda la economía. Y todo ello sin ningún beneficio para nadie, salvo para los pocos “jugadores” del mercado secundario de deuda.
Sugiero tres reformas que acabarían con este problema:
- Prohibir las posiciones cortas que permiten a alguien vender algo que no tiene.
- Transparencia: saber cada día quién vende y compra y cuánto.
- Imponer una pequeña tasa, basta un 0,10% a las transacciones. Con ello se limitaría la especulación contra el bono y además el gobierno obtendría un buen dinerito, de entidades que ya ganan bastante a costa de la deuda de todos.
Los mercados para que lo sean de verdad necesitan unas reglas de juego, pocas y eficientes. De otro modo la economía de mercado se convierte en “zorro libre en gallinero libre”.
Artículo publicado en el El Periódico el 29 de mayo de 2013. Artículo en pdf