Por qué los chicos se están quedando atrás en la escuela

Aceprensa.-

Christina Hoff Sommers, académica del American Enterprise Institute y autora del libro The War Against Boys, escribe un artículo en The New York Times (2-02-2013), sobre cómo remediar el retraso académico que presentan los niños norteamericanos respecto a las niñas.

Los chicos puntúan tan bien o mejor que las niñas en la mayoría de los test de capacidades; sin embargo, suelen sacar peores notas que las chicas y es menor la proporción de los que llegan a la universidad. ¿Por qué? Un estudio publicado en The Journal of Human Resources afirma que los maestros (maestras fundamentalmente) se dan cuenta desde la preescolar que las chicas tienen mejor comportamiento que los chicos.

Los autores del estudio analizaron los datos de más de 5.800 estudiantes desde infantil hasta quinto grado (alumnos de 10 años) y encontraron que los varones, en todos los grupos raciales y en todas las materias principales, obtuvieron calificaciones inferiores a lo que cabía esperar por los tests de capacidad realizados anteriormente.

Los expertos atribuyen este desajuste a las diferencias en las ”habilidades no cognitivas”: la atención, la perseverancia, el deseo de aprender, la capacidad de estar tranquilo y trabajar de forma independiente. Las niñas tienden a desarrollar estas habilidades antes y de forma más natural que los niños.

Ningún estudio anterior había demostrado que la brecha de género en las notas se inicia tan temprano

Ningún estudio anterior, afirma esta autora, había demostrado que la brecha de género en las notas se inicia tan temprano, y que el problema está en las diferencias en el comportamiento. Los investigadores han observado que los maestros calificaron como menos competentes a los niños, incluso cuando los chicos hicieron tan bien como las chicas las pruebas de lectura, matemáticas y ciencias, debido a su peor conducta.

De cómo las chicas adelantaron a los chicos

Hoff Sommers recuerda que en un pasado no muy lejano las familias favorecían a los hijos varones en la asignación de los escasos recursos para la educación. A partir de la década de 1970 los padres comenzaron a valorar la educación de sus hijas tanto como la de sus hijos. Se produjo una transformación social hacia una economía de servicios basada en el conocimiento, aumentó significativamente el valor de los títulos universitarios y comenzaron a nivelarse las opciones profesionales para los dos sexos.

A medida que estos cambios ocurrían, las chicas comenzaron su avance en la educación. Alrededor de 1990, las niñas adelantaron a los chicos. Actualmente, las mujeres representan aproximadamente el 60% de los títulos de grado y postgrado, y comienzan a superar a los hombres en la obtención de doctorados. La cuestión del retraso académico de los chicos es un tema que cada vez preocupa más, como se manifiesta en prensa, libros y artículos académicos.

Hoy hay que hacer en favor de los chicos un esfuerzo como el que se hizo para recuperar el atraso de las chicas en ciencias

Acercarse a la sensibilidad masculina

Hace algunas décadas, cuando las niñas iban detrás de los niños en matemáticas y ciencias, se hizo un esfuerzo conjunto para darles más apoyo, y se logró un éxito significativo. ¿No deberíamos hacer lo mismo hoy con los chicos?, se pregunta Hoff Sommers.

A su juicio, la escuela se ha apartado del estilo docente que puede atraer a los chicos. “A medida que nuestras escuelas se han orientado hacia un estilo pedagógico centrado en los sentimientos, contrario al riesgo, sedentario y que prima la colaboración, se han ido apartando más y más de la sensibilidad de los chicos”.

Hoff Sommers apuesta por seguir el ejemplo educativo de los británicos, canadienses y australianos, que han abordado abiertamente el problema del bajo rendimiento masculino. Por eso están experimentando con programas que ayudan a los chicos a ser más organizados y a mejorar su atención y su compromiso. Esto incluye más tareas de lecturas que les resulten más atractivas (ciencia ficción, fantasía, deportes, espionaje, batallas); más tiempos de recreo para que puedan expansionarse, más clases diferenciadas por sexos, y más hombres en el profesorado.

Por el contrario, señala una serie de tendencias que están perjudicando a los chicos respecto a sus compañeras. Por ejemplo: la disminución de los tiempos de recreo, las medidas de tolerancia cero frente a la indisciplina, y el rechazo a las escuelas diferenciadas por sexos.

El éxito académico está relacionado con la capacidad de mantener la concentración, la perseverancia en el estudio y el control de los impulsos

Aunque la necesidad de elevar el nivel académico afecta a todos los tipos de chicos, Hoff Sommers subraya que hay que hacer un esfuerzo especial en el caso de los más desfavorecidos: niños negros, latinos y de bajos ingresos. Las afroamericanas tienen el doble de probabilidades de obtener un título universitario que los hombres de su raza. En las escuelas públicas de Boston, entre los estudiantes graduados de 2007 que irían a la universidad, había 191 niñas afroamericanas por cada 100 niños; entre los hispanos, la proporción era de 175 niñas por cada 100 niños; entre los blancos, 153 por cada 100.

La importancia de la educación del carácter

A menudo los esfuerzos se centran en mejorar las notas. Pero cada vez parece más claro que hay que mejorar también la educación del carácter. Así lo pone de manifiesto Paul Tough, en su libro How Children Succeed: Grit, Curiosity and the Hidden Power of Character, reseñado en The Economist.

El autor hace hincapié en que muchas veces se piensa que el éxito académico es un producto de las habilidades cognitivas, el tipo de inteligencia que se mide en las pruebas de coeficiente intelectual. Pero las nuevas investigaciones han encontrado que las habilidades de un estudiante universitario están más relacionadas con la capacidad de mantener la concentración, la perseverancia en el estudio y el control de los impulsos. Esto explica por qué alumnos que en la secundaria obtuvieran buenos resultados, al llegar a la universidad fracasan. Habilidades no cognitivas, como la perseverancia y la curiosidad, permiten predecir en buena medida el futuro éxito escolar.

La educación temprana por parte de los padres o maestros puede ayudar a mejorar los hábitos de conducta. El carácter puede ser enseñado, afirma Tough. Pone como ejemplo el trabajo de un instructor de ajedrez en una escuela de Brooklyn que convirtió a estudiantes pobres y desmotivados en campeones de ajedrez, enseñándoles nuevos modos de resolver problemas y de superar sus fracasos.

También Hoff Sommers destaca el caso de la Aviation High School en New York City. Además del plan de estudios estándar para escuela secundaria, los estudiantes pasan la mitad del día en clases prácticas de fuselajes, sistemas hidráulicos y sistemas eléctricos para aviones en miniatura. La escuela de 2.200 alumnos, en su mayoría estudiantes de color y de familias de bajos ingresos, tiene una tasa de asistencia del 95% y una tasa de graduación del 90%. El 80% de los alumnos van a la universidad.

Christina Hoff Sommers dice que se hizo feminista en la década de 1970 porque rechazaba las injustas desigualdades respecto a la mujer. “Hoy, la justicia nos obliga a abordar las graves deficiencias educativas de los chicos. El progreso de las mujeres no requiere el retroceso de los hombres”, afirma esta autora.

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