Parlamentaria lesbiana no entendió advertencia del Papa a Europa

NUEVA YORK, 5 de diciembre (C-Fam). La semana pasada, el papa Francisco dio una severa advertencia a los líderes europeos de la pérdid de confianza que han sufrido al aprobar políticas que resultan «insensibles» y «dañinas», que dan al continente la imagen de una «abuela, que ya no es fértil» y que genera «ciertos estilos de vida de tendencia egoísta». Explicó que deben evitar hacer un mal uso del concepto de derechos humanos.image

Uno de los miembros del Parlamento estimó que fue «una señal de alerta oportuna». Otro manifestó que su «sabiduría alcanzó a todos». Pero Ulrike Lunacek, autora de una resolución sobre derechos homosexuales que generó gran oposición entre los ciudadanos, le entregó al Papa una bufanda arcoiris cuando pasaba a su lado. Asimismo, le dijo que «habría sido muy bueno si hubiese hablado en favor del matrimonio igualitario o del uso de anticonceptivos, pero no fue lo que oí, y me decepcionó un poco».

El discurso del Papa trató una serie de males, tales como la brutalidad contra los cristianos, el descarte de vidas humanas consideradas inútiles y el aislamiento de los que no tienen a nadie, e incluso dio una receta para la recuperación.

Aconsejó que se proteja la dignidad humana. La familia, con una madre y un padre para que eduquen a los hijos, es «el elemento más precioso de cualquier sociedad» y le da «dirección y esperanza a las nuevas generaciones».

Lunacek es copresidente del intergrupo de derechos LGBT del Parlamento Europeo.

A principios de este año, presentó un “Plan de Trabajo sobre derechos LGBTI” que exige a los países de la Unión Europea adoptar políticas integrales que den atención preferente a los derechos de lesbianas, homosexuales, bisexuales, personas transgénero e intersexuales.

Insiste en que los países reconozcan las uniones homosexuales inscriptas en otros lugares y los cambios de género, a pesar de las leyes que estén vigentes. Deberán proporcionarse servicios de fertilidad asistida a personas LGBT, y el derecho de familia deberá adaptarse para permitir que los menores tengan más de dos padres. La educación sexual solo podrá transmitir una visión positiva de las personas LGBT.

El informe exhorta a los países a crear e investigar «delitos de odio», que no han sido tipificados, contra personas homosexuales y transexuales -que puede incluir el sentirse discriminado- y a criminalizar «la incitación al odio sobre la base de la orientación sexual e identidad de género». No se incluyen los actos que se inciten y cometan contra quienes apoyen la moral y el matrimonio tradicionales.

«Todos los derechos y políticas mencionados existen ya en el derecho europeo, para todos», declaró Lunacek. Sin embargo, su informe crea una jerarquía donde la aplicación de las leyes pro-LGBT es muy marcada. Cuando las políticas LGBT entren en conflicto con los derechos de las personas, como en el caso de que los padres objeten que se dé a los hijos información sexual que requiere cierta madurez, las exigencias LGBT prevalecerán.

Al parecer, los miembros del Parlamento Europeo recibieron más de 100.000 quejas exhortándolos a rechazar el informe de Lunacek. A pesar de la oposición generalizada, este se aprobó sin inconvenientes.

En su discurso, el papa Francisco les hizo saber que la reputación de Europa está dañada.

Europa es «cada vez menos protagonista en un mundo que con frecuencia la mira con una actitud distante, con desconfianza e incluso, a veces, sospechas». Sus instituciones se «ocupan de crear normas», que se consideran «carentes de sensibilidad a los intereses de los individuos y hasta dañinas».

Las «grandes ideas que alguna vez inspiraron a Europa» han sido «reemplazadas por los tecnicismos de sus instituciones».

Muchos miembros del Parlamento recibieron el mensaje del Papa con agrado.

Gianni Pittella elogió «los duros y severos mensajes destinados a que Europa vuelva a ver su misión original y más importante: poner la dignidad humana y los derechos fundamentales al centro de su accionar».

Por su lado, el Papa describió su discurso como «un mensaje de esperanza en el Señor, que transforma el mal en bien y la muerte en vida».

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