Blog Familia actual.-Erasmo de Roterdam recuerda esta “sabia norma de los banquetes” en su libro Elogio de la locura: “O bebes o te vas”. El erudito renacentista la cita en griego para no perder el exquisito juego de palabras que tiene en la lengua de Homero y que resulta intraducible, como si “irse” se dijera “no beber” o algo semejante. Tales sutilezas no son al caso, pero sí es preciso notar que en nuestros días rige la misma norma y que nuestros hijos se la encuentran cada vez que salen de fiesta.
La disyuntiva se suele presentar como si su mejor amigo le cortara el paso, le mirara fijamente a los ojos y le dijera: “O bebes o te vas”. Así lo ven los adolescentes: si quiero estar con mis amigos, si quiero divertirme, si no quiero quedarme en casa amargado, si quiero ser feliz, tengo que beber. De ese modo, estaré con todos, me divertiré, no pareceré un amargado, me sentiré feliz, porque seré uno de los comensales del gran banquete.
Para entrar a ese gran banquete, que se celebra los fines de semana, sólo hay que cumplir una condición muy simple y fácil de cumplir: beber. Cualquiera puede hacerlo, cualquiera puede pasar a la gran sala y sentarse a la mesa, sólo tiene que mantener el suficiente estado de ebriedad como para demostrar que ha consumado las consumiciones prescritas.
“O bebes o te vas” suena en la conciencia de un adolescente como el clic de una pistola en la sien, porque sabe que la alternativa a la bebida es algo parecido a la muerte social. Pensemos que para ellos lo más importante son los amigos; se puede decir que ahora su familia está fuera de casa y no pueden quedarse sin entrar al banquete. La disyuntiva es tan dura que la libertad queda estrangulada entre la espada y la pared. La espada puede matarte, pero es mejor que quedarse enterrado entre cuatro paredes.
Nos compete a los padres deshacer esta disyuntiva. Para ello tenemos tres posibilidades:
– Primera. Mirar hacia otro lado y dejar que a nuestro hijo se lo lleve la corriente. Esta opción generalmente se toma por derribo, e implica que hemos renunciado a nuestra labor educativa, hemos dejado de ser padres.
– Segunda. Decirle: “Entras al banquete, pero no bebes”. Esta resolución implica un grado elevado de madurez por parte de nuestro hijo o hija. Tal y como están las cosas, salir de fiesta sin consumir alcohol es harto difícil para un adolescente; sin embargo, no es imposible. Para ello, uno debe estar convencido de que sin beber se lo puede pasar bien (incluso, mejor) que si lo hace. Pues divertirse sin ser consciente de que uno se está divirtiendo no es divertido.
– Tercera. Buscar una tercera vía. Es decir: “Te vas, pero no te quedas sin banquete”, porque hay otras alternativas tan atractivas o más que puedes hacer: deporte, cine, salidas sin alcohol, aficiones, tertulias, juegos… Tampoco es fácil. Es cuestión de empeño, de tener las cosas claras, de saber lo que queremos para nuestros hijos y de buscar, proponer, inventar.
Esta tercera vía, compatible con la segunda opción, requiere romper muchos clichés estancados en nuestra sociedad, supone una auténtica revolución silenciosa por parte de los padres, esos comprometidos de pies a cabeza con la educación de sus hijos.