El amor humano
Según la tradición que se inicia en Aristóteles, amar es querer el bien para otro. El acto de la voluntad —querer, amar— constituye el núcleo o columna vertebral del amor humano, pero no su totalidad. El querer es imprescindible, pero no suficiente. Querer no es poder. Entre los hombres, el querer tiene que proseguirse y completarse a través de los oportunos:- afectos,
- gestos
- y actos.
El lenguaje amoroso del cuerpo
Los gestos y las acciones corporales no solo expresan o manifiestan el querer voluntario, sino que lo realizan, lo encarnan y lo completan. Y, además, lo realimentan. El querer propio de la voluntad no está acabado —completo— sino en cuanto se continúa en los gestos y actos corporales que lo prolongan y le dan vida:- lo realizan plenamente
- y lo intensifican.
Qué gestos
- No cualquier gesto es apto para encarnar el querer de la voluntad.
- No basta la intención, incluso ardiente y sincera.
- No es posible clavar clavos con una esponja.
Unión viva de lo vivo
¿Por qué en la unión conyugal? Una nueva y decisiva “pista”: la unión es siempre mayor y más real entre las realidades vivas que entre las inertes:- las piezas de un ordenador, por ejemplo, actúan “como si” constituyeran una unidad, pero no son una unidad;
- el injerto o el trasplante de órganos, por el contrario, pone en contacto dos realidades vivas, de las que sí surge una nueva unidad: no sólo actúan “como si…”, sino que son una nueva realidad viva.
Carácter único de la unión conyugal
El significado del abrazo culmina en la unión conyugal porque gracias a ella se realiza, en el plano físico, de un modo único y privilegiado, la unión entre las personas que todo amor busca. En la unión íntima tiene lugar algo exclusivo de ella. Tres modos de verlo, cada uno de los cuales incluye y refuerza el anterior:- Nunca la penetración recíproca de los cuerpos es tan íntima, alcanza tan profunda y exclusiva unidad.
- En ninguna otra ocasión el espacio compartido es tan vivo, se encuentra en tan íntimo contacto con las fuentes de la vida.
- En ningún otro caso, las “porciones del propio cuerpo” que se aproximan y comparten pueden llegar a compenetrarse tan entrañablemente y a identificarse hasta el punto de fundirse en una sola realidad: el hijo, síntesis vital del amor del padre y de la madre.
Ejercida por amor, la sexualidad… ¡es amor!
No solo lo manifiesta: ¡lo es! Concuerdo con Juan Bautista Torelló, al que gloso: La sexualidad es la encarnación, la realización física del amor conyugal. No se trata simplemente de una expresión de amor. ¡Es amor! Una caricia no es simple expresión de amor: ¡es amor! No solo es un contacto entre dos superficies corporales, sino entre dos personas reales… y real y plenamente comprometidas en ese gesto. ¡Es amor!, transferido al ámbito corporal y en él completado e intensificado. No se trata de algo espiritual que reciba a continuación expresión corporal; es auténtica exteriorización, en el ámbito corporal, de la intimidad más profunda. ¡La sexualidad es amor! La unión íntima, llevada a cabo por amor, ¡es amor!, transferido al ámbito corporal y en él completado e intensificado.Tomás Melendo