Análisis digital.17-01-2013.-El País, cuando ha de tratar temas relacionados con la religión, tiende a perder el mundo de vista. Lo hace de manera que su manipulación, su forma de presentar la información, pierde tolerancia y se convierte en burda, en una pura y simple caricatura de la realidad. Ahora mismo, en una doble página firmada por M. Antonia Sánchez-Vallejo y con el título de ’1.100 millones de descreídos’ intenta venir a presentar el mundo como lo que no es, como si los ateos y los agnósticos fueran una proporción importante de la realidad.
Para empezar el titular no es cierto, simplemente miente, no hay 1.100 millones de descreídos en el mundo de acuerdo con la fuente que ellos mismos utilizan, el estudio del Pew Forum on Religion and Public Life. Lo que hay es una estimación de que el 16,3% de la población mundial no tiene una afiliación religiosa conocida. Después veremos por qué. De todas maneras, sin movernos de esta cifra, ya sería lo bastante contundente para afirmar que la inmensa mayoría de la humanidad, casi el 84%, es religiosa; pero esta evidencia todavía ha de recortarse más. Porque lo que llama descreídos en realidad son personas que por las particulares situaciones de sus países no se conoce su adscripción religiosa. De ahí que la mayor, con diferencia, aportación a aquella cifra de 1.100 millones sean los 700 millones de chinos. Naturalmente, nadie sabe con exactitud cuáles son las creencias religiosas de los chinos porque el sistema totalitario persigue a toda religión que no esté controlada por el Estado. Por ejemplo, hay una Iglesia católica oficial y otra clandestina y esto sucede con el resto de las creencias, incluso en peores condiciones.
El otro país que también forma parte de este grupo de los descreídos es Corea del Norte. Otra dictadura, ésta incluso mucho más virulenta. Pensar que todos los coreanos del norte no tienen religión es una utopía. Si este mismo procedimiento se hubiera aplicado al mundo cuando existía la Unión Soviética, ahora resultaría que, como por encanto, han aparecido cientos y cientos de millones de cristianos de repente. En realidad serían los que habrían emergido de una condición oculta, clandestina, obligada por la dictadura soviética.
El tercer país, el segundo en importancia, es Japón. Y aquí hace falta hacer observar que en Japón existe un gran eclecticismo religioso de manera que las religiones originales japonesas se mezclan con el budismo y en algunos casos con la confesionalidad cristiana. Determinar la identidad específica de estas personas con los esquemas habituales no es fácil. Por esto el estudio habla de población sin afiliación y no habla para nada de descreídos que es la palabra que se inventa El País y en donde reside toda la trampa del planteamiento, por otra parte notoriamente burda. Lo que queda en cuanto a países caracterizados por el predominio, de estos desconocidos, sí facilitan el que pueda determinarse su naturaleza real, pero son la República Checa, Estonia y Hong Kong. Como pueden considerar, sus dimensiones demográficas en relación a los 1.100 millones son perfectamente descriptibles.
En otras palabras, el artículo se podría haber concentrado en comentar la situación china y habría respondido más a la verdad. Pero, no contento con esto, para redondearlo hace salir a dos pintorescos personajes, uno el de siempre, José Tamayo, que es el mamporrero oficial de El País para temas religiosos y bien conocido que se dedica a explicar esta situación a base de hablar de la desafección institucional. Ya me contarán cómo se come esto si resulta que la mayoría de estas personas sin afiliación se concentran como he dicho en países como China y Corea. Ahí no hay desafección que valga, simplemente la religión libre está prohibida y se acabó el carbón. Después aparece otra persona en el recuento de El País, el señor Manuel Fraijó, que imparte Historia de las Religiones en la UNED y que naturalmente se apunta a las tesis de Tamayo, faltaría más, si no no saldría en El País, y se dedica a explicar lo que ocurre en el mundo a base de hablar de la situación en España, lo cual es un gran ejercicio de percepción a través del propio ombligo.
En resumen, El País es un manipulador grosero cuando habla de religión, esto es una cosa conocida. Dos, en el último recuento se demuestra una vez más que casi todo el mundo, en el mundo, practica o forma parte de una confesión religiosa. Y entre ellas el Cristianismo, con cerca de un tercio de la población total, es el más importante y dentro de los cristianos la confesión católica es a su vez la más destacada. Tres, que hay religiones que cuentan con numerosos seguidores pero que tienen un ámbito estrictamente regional, es el caso del Hinduismo que representa el 15% del total pero que se halla prácticamente circunscrito a la India. Por último, el mapa que acompaña este trabajo del Pew Research Cente habla bien a las claras de que en realidad la única confesión realmente universal porque se encuentra en todo el mundo es el Cristianismo.