La prensa se rasga hoy las vestiduras al leer las actas de las reuniones de los directivos de la Reserva Federal norteamericana en 2007, cuando estalló la crisis financiera, porque no se dieron cuenta de lo que se les venía encima (aquí, por ejemplo, en el Financial Times, en inglés). “Mi previsión del resultado más probable para la producción en los próximos años es… un crecimiento por debajo del potencial durante unos pocos trimestres, que será bajo por la corrección en el mercado inmobiliario, y un desempleo que crecerá un poco más”, decía Donald Kohn, vicepresidente de la Fed, en agosto de 2007.
Si se hubiesen dado cuenta de que venía una recesión profunda… Pero no se dieron cuenta. Y no eran unos incompetentes, como tampoco lo eran los muchos economistas que también creyeron que la recesión sería corta y suave, probablemente porque no vieron que la crisis financiera podía ser muy profunda, si la financiación de los mercados a las instituciones financieras se cortaba de manera drástica y duradera. Y en agosto de 2007 se había cortado de manera brusca, pero no parecía que iba a serlo de manera duradera.
No pretendo defenderles -ni defenderme. Solo quiero hacer notar que la falta de anticipación que ahora denuncian no era debida a la mala voluntad de los que podían haberlo previsto, ni a su incompetencia profesional. Y esto se extiende también a los políticos y gobernantes que no hicieron lo que hubiesen podido hacer si se hubiesen dado cuenta de lo que podía ocurrir. ¿Son inocentes? Me parece que lo eran en agosto de 2007, cuando la prensa nos sorprendió con las primeras noticias de la crisis de las subprime. Dejaron de serlo cuando, poco a poco, llegaron nuevas noticias alarmantes, y no supieron, o no quisieron, o no pudieron tomar las medidas oportunas. Por tanto, es de justicia que les absolvamos por el primer delito, pero que continúe el juicio social y de la Historia por el segundo.