No me gustan los amigos de mis hijos

Los padres no pueden desligarse del momento en que el adolescente elige a sus amistades.

Los adolescentes tienen una necesidad imperiosa de pertenecer a un grupo de amigos, «sus» amigos, es decir, las personas que ellos eligen. Y durante un momento del desarrollo estos amigos suelen ser todo lo contrario a lo que sus padres esperan de ellos, indica el psicólogo, pedagogo y escritor Bernabé Tierno. «El adolescente está creando su identidad y, en muchos casos, tiende a rebelarse contra lo que le han enseñado en casa», remarca. Fernando Alberca, autor de «Adolescentes, manual de instrucciones», corrobora esta tesis. Para este profesor, ineludiblemente llega un momento en que la vida del adolescente que este se ve empujado a experimentar nuevas formas de ver y de hacer las cosas. «Piensan que su vida debe tener su propio sentido y que los demás lo vean. Sentido por sí misma. Por ello tienden a contradecir lo que opinan las personas de las que más dependen, o sea, sus padres». Pero según Alberca, esto no tiene porqué ser una amenaza a la familia. «El hijo necesita precisamente hacer suyo lo aprendido en casa cuando lo pone en práctica con los amigos y confirma que también es válido en su mundo»

Función protectora
«Los amigos de los hijos es un tema que antes o después suele preocupar a los progenitores», señala la psicóloga Marina Martín-Artajo. «Es verdad que, para qué negarlo, no todas las personas nos pueden caer bien y que cuando esto ocurre con algún amigo de tu hijo duele más a todos (padres e hijos incluidos). Pero los padres ven riesgos reales donde los hijos no y de ahí que los padres cumplan su función paterna-materna supliendo la incapacidad de su hijo mediante la prohibición de estar en contacto con personas peligrosas para la salud (amigos en bandas ilegales; drogadicción; juego ilegal, fanatismo religioso, etc.). Es decir, que cumplen una función protectora real y necesaria».
«Los padres ven riesgos reales donde los hijos no», indica la psicóloga Marina Marín-Artajo
Ahora bien, matiza esta experta, «cuidado con la proyección de lo disociado en uno mismo, es decir, “ver la paja en el ojo ajeno” o que se desplace hacia los amigos lo que no nos gusta de nosotros mismos, es decir, que no nos gusten los amiguitos porque nos separan de nuestro hijo ideal, leal y comprometido con nuestro propio narcisismo». Cuando se da este escenario, a juicio de Martín-Artajo, lejos de proteger y suplir su incapacidad lo que hacemos es inducirles prejuicios que no les dejan pensar y ver por sí mismos lo que les conviene y lo que no de forma informada. «Aquí lo único que pueden hacer los padres es expresar su opinión libremente y, sin ofender, sí contar con un cambio por parte de sus hijos, o aceptar sus elecciones cuando no son objetivamente peligrosas para ellos».

En cualquier caso, los padres no pueden desligarse de este tema y deben seguir acompañando a sus hijos en el proceso de crear su propia identidad con sentido y no solo para ir en contra de la norma. Sirvan para ello estos consejos extraídos del libro «Educar a un adolescente», de Bernabé Tierno:

—Muestre interés por las amistades de sus hijos, pero no les juzgue continuamente ni muestre desprecio hacia ellos. Cuanto más les critique, más fuerza tendrán sobre su hijo, que lo que está tratando es de liberarse de los sentimientos que le unen a tí. Quiere crecer, independizarse, y para ello necesita otros grupos.

—No se convierta en policía ni utilice la técnica del interrogatorio: ¿dond estás? ¿con quién? ¿qué habéis hecho?… son las típicas pregutnas con las que intentamos saber algo de nuestros adolescentes. Pero son preguntas demasiado directas, y que suenan a control. El adolescente se cerrará en banda porque está luchando por su independencia. Es mejor que usted haga preguntas abiertas: ¿Qué tal te ha ido hoy? Por ejemplo…

—Y sobre todo paciencia. En la mayoría de los casos, a los padres les queda estar ahí, atentos para intervenir cuando sea necesario, permitiéndoles incluso que se equivoquen para que puedan descubrir qué es lo que realmente desean.
Fuente: ABC-Familia

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