Las sesiones cada vez son más decisivas de cara al veredicto final del tribunal. A pesar de la falta de memoria en algunos casos, las más de cien mujeres que van declarando dejan en entredicho los métodos de Morín
l juicio contra el doctor Carlos Morín, su esposa y doce de sus colaboradores prosigue con el testimonio de las más de cien mujeres que abortaron en sus clínicas. El abogado de e-Cristians, personada en el juicio como acusación popular, declaró a ForumLibertas que “los testimonios van dejando claro en la sala que existía en las clínicas del doctor Morín una clara sistematicidad en el proceder que incurría en ilegalidades”.
Por ejemplo, una de los testimonios, Ana, en 2007 –año en que era menor- fue remitida a una de las clínicas de Morín por la Seguridad Social a la que acudió con su madre. A pesar de “no recordar mucho” debido al paso del tiempo transcurrido afirma que no recuerda que la visitara un psicólogo antes de entrar en quirófano.
Al exhibírsele el test de Goldber –obligatorio para acogerse al presupuesto de daño psicológico para la madre y así poder abortar- Ana asegura que la firma que aparece en el test se parece la firma, pero que no es igual a la suya ya que hace la misma firma desde que tenía 16 años. Tampoco recuerda haber leído ese documento. Ana narra que antes de entrar en quirófano tuvo que aguardar en una sala sola, aunque su madre la había acompañado al hospital.
Las sesiones cada vez son más decisivas de cara al veredicto final del tribunal. Las mujeres que vienen declarando en mayor o menor medida debido a las lagunas en la memoria van dejando en entredicho los métodos de Morín
A otra de las chicas, Amaya, le enseñaron otro test psicológico que teóricamente tenía que haber rellenado. La testimonio dijo claramente, declarando por videoconferencia, que ella no rellenó ningún test y que su firma en este documento fue falsificada. “Yo no firmé este texto”, dijo. Esta respuesta provocó reacciones airadas de la defensa. Uno de estos abogados abandonó incluso la sesión.
Amaya declaró que cuando acudió a una de las clínicas de Morín estaba embarazada de 19 semanas y media y que pagó 1.000 euros por la intervención. En el momento del aborto, relató que estaba recibiendo un tratamiento médico por ansiedad, que sigue necesitando ahora.
Al igual que la mayoría de mujeres que han declarado en este juicio, Amaya aseguró que, antes de ser sometida a la interrupción voluntaria del embarazo, no fue visitada por ningún médico ni psiquiatra. Hasta el momento, la mayor parte de las testigos ha ofrecido una versión muy parecida a la de Amaya, es decir, que no tuvieron ninguna entrevista ni con psicólogos ni con psiquiatras.Fuente:Forumlibertas