Son tus hijos.-En los últimos años hemos asistido a una creciente actividad extraescolar de nuestros hijos y de nosotros mismos que también lo hemos padecido en los que han influido varios factores. Primero una sociedad del bienestar que ha hecho posible ofrecer a las nuevas generaciones un abanico de actividades extraescolares que daban la impresión de preparar mejor a los hijos para el futuro dentro de un contexto en el que la frase preferida era: “dar a mis hijos lo que yo no he tenido”. Otra de las causas era una manera de entretener a los hijos mientras los padres trabajan y a la vez sacar un rendimiento educativo y estimulador del aprendizaje y de las habilidades según el tipo de actividad extraescolar elegida.
¿Qué actitud crítica tomar antes estas situaciones? Si bien no vamos a negar que las clases adicionales pueden servir a los niños para desarrollar sus capacidades también es cierto que en muchas ocasiones hacemos niños hiperactivos que en la práctica no asimilan todo lo que se les ofrece y desarrollan cuadros de ansiedad, de inseguridad y de rebeldía cuando no sufren cierto síndrome de abandono o de una exigencia que no alcanzan a llevar a término.
También es verdad, que estas actividades no están al alcance de todos los bolsillos y más en una situación de crisis como la que vivimos quizás esto haga tomar a muchos padres mayor conciencia del esfuerzo personal y familiar que hay que hacer para ayudar a los hijos a responsabilizarse de sus tareas y a motivarlos en el aprendizaje.
Aunque hay padres que por desgracia hoy no tienen trabajo, también los hay ocupados en exceso y que tienen que dejar la formación de sus hijos en manos de terceros, en estos casos los padres deben investigar en las habilidades y preferencias de sus hijos para no causar frustración y agotamiento psíquico y respetar sus gustos aunque siempre bajo la orientación y supervisión de los que mejor conocen a los niños, es decir, los padres.
En este campo una conciliación horaria de los trabajos sería la opción deseable para que teniendo los mismos horarios pudieran los niños ser acompañados y dirigidos en sus actividades extraescolares y no dependieran exclusivamente de otros como abuelos, tíos, cuidadores, etc.
En cualquier caso un niño necesita su espacio de ocio donde desarrollar juegos y en definitiva su imaginación, tomarse sus periodos de descanso y sentirse libre de presiones y retos, y ser capaz de mantener un diálogo abierto y despreocupado en la seguridad de ser escuchado y comprendido por quien más los quieren y crear un clima familiar abierto.
Este ambiente puede ser más importante para el desarrollo personal que un exceso de información que en muchas ocasiones los abruma y desorienta y no solo no los motiva al aprendizaje sino que a veces puede ocasionar el efecto contrario.
Escuchar a los niños es fundamental y observar sus actitudes también, los padres a veces queremos ver en nuestros hijos las actitudes que hubiéramos querido tener nosotros y muchas veces nos podemos equivocar.
En el afán de tener hijos sanos y saludables a veces les inducimos a deportes que nos hubieran gustado a nosotros o bien simplemente son los que tenemos más cerca o asequibles. Recuerdo a mi propio hermano yendo a las clases de judo después del colegio por aquello de que era un deporte que le ayudaría a saber defenderse ya que era muy flacucho además de ser muy movido y molestar mucho a la gente de su alrededor y esto lo mantenía ocupado durante unas horas. Después de varios años practicando este deporte y de llegar a cinturón marrón un día recabó el valor para enfrentarse a mi madre y decirle: “mamá ¿por qué tengo que hacer judo si no me gusta? paso frío, hambre y miedo. A mí lo que me gusta es el fútbol.”
Su carrera futbolística se truncó porque, entre otras cosas, no fue escuchado en su infancia.