Una joven de Burundi quedó embarazada por una violación antes de llegar al convento.
MALENTENDIDO EN EL CONVENTO
La verdadera historia de la supuesta monja que dio a luz en Italia
Una joven de Burundi quedó embarazada por una violación antes de llegar al convento
La monja de clausura que parió la pasada semana en Macerata, en el centro de Italia, no era una monja y mucho menos de clausura. Se trataba de una joven africana violada que había sido protegida en Roma por una orden de religiosas. La noticia se publicó de todas formas de manera ambigua en los medios, provocando un curioso revuelo.
El error ocurrió porque las verdaderas monjas de clausura llevaron el pasado sábado a una joven africana de unos 35 años al hospital, ya que había roto aguas y estaba a punto de parir. La noticia corrió como un reguero de pólvora.
“Novicia de clausura siente dolores de barriga, acude al hospital y alumbra a un hijo”, escribían los diarios. Ese fue el mensaje que repitieron las cadenas de televisión, dejando pasmados al obispo de la diócesis y a la madre abadesa de la orden.
DESMENTIDO TARDÍO
El desmentido de la madre superiora del convento fue inútil: “El asunto no afecta a ninguna monja clarisa de nuestra comunidad, ni tampoco a ninguna hermana de la zona”, declaró Rosella Mancinelli, abadesa del monasterio Santa Clara de San Severino, que explicó que “ninguna hermana de clausura de los ocho conventos de la diócesis de Camerino-San Severino ha alumbrado a ningún hijo”.
Al relato del caso le acompañaba un precedente real sucedido en el 2011, en el que una monja del Congo dio a luz en el hospital de Pesaro, no muy lejos de Macerata, también a consecuencia de una violación, esta vez en manos de un sacerdote. En el momento del parto, como permite la ley italiana, la mujer no reconoció al hijo, que fue puesto en adopción. Sin embargo, posteriormente, tras ser alejada del convento, la joven de Congo pidió y obtuvo el reconocimiento de maternidad de su hijo, a pesar de las protestas y denuncias de la familia adoptiva.
La reconstrucción de los hechos permite deducir que, durante el pasado verano, las monjas de clausura de Macerata acogieron en mayo a la joven de Burundi que les había sido enviada por sus hermanas de África. “Cuando llegó a San Severino ya estaba embarazada”, explican la fuentes consultadas, aunque no clarifican si las clarisas africanas informaron de la situación a sus hermanas de Italia.
Transcurridos los nueve meses, algunas hermanas de clausura acompañaron a la joven al hospital, lo que produjo el malentendido. Seguramente no ayudó que la joven, hospedada en el convento, fuera vestida como las monjas del lugar, aunque sin el velo tradicional.
MILAGRO DE DIOS
El bebé ha sido bautizado como Irakoze, que significa “Milagro de Dios”. Los médicos del hospital se quedaron perplejos por el hecho de que la joven, descrita como alta y delgada aunque robusta, dijera sentir “dolores en la barriga” pero no que estaba embarazada, razón por la que se la trasladó de urgencias a ginecología. “No dije la verdad, porque tenía miedo”, explicó la joven a los ginecólogos.
Esta sería la razón por la que no todas las monjas italianas, incluidas las que le acompañaron al hospital, conocieran el estado de la joven. “Cuando llegó en mayo ya estaba embarazada, pero no quiso decírnoslo y nosotras respetamos su secreto”, explican las clarisas de San Severino, añadiendo que vino a Italia para “aprender el idioma y sin haber decidido que quería ser monja”.
Consultadas a través del telefonillo del convento, las monjas han explicado que “la joven temía revelar su estado ya que hay muchas diferencias entre Italia y Burundi”, subrayando que desde el primer momento “decidió quedarse con el bebé” y que ellas no tienen “nada que comentar”. Se trata de un pacto de intimidad y solidaridad que ningún medio ha conseguido vulnerar.