levo unos cuantos días hablando de la crisis, en Valencia, el miércoles, en la Universidad Católica, y hoy viernes en Jaén, en un Simposio sobre San Josemaría. Insisto mucho en la necesidad de diálogo, para que la sociedad civil se conciencie de los problemas y para que presione a los que pueden resolverlos (gobiernos, empresarios, banqueros, sindicatos, medios de comunicación, expertos) para que tomen las medidas adecuadas.
Como parte de esa propuesta, propongo dos prioridades:
Los que más sufren: desempleados, deshauciados, los que padecen hambre. No se trata, me parece, de satisfacer todas sus necesidades, sino de ayudarles a que eviten el mayor sufrimiento. Ayudarles, que quiere decir que la principal responsabilidad debe ser suya.
Ofrecer oportunidades. A los jóvenes, a los que esperan años de desempleo o de empleos precarios; a los parados, para que tengan de nuevo posibilidades de controlar su vida; a los retirados, que no tendrán seguras sus pensiones,… Esto significa poner en la lista de las prioridades temas como la creación de empleo (reforma laboral), la innovación, la apertura a mercados nuevos,… No para dar ventaja a las empresas, que son las que tienen que hacer todo esto, sino para ponerlas ante sus responsabilidades con posibilidades de cumplirlas.