En la mitad de los casos, se tomaron decisiones médicas que podían tener la eventual consecuencia de acortar la vida
Los datos de un reciente informe del Instituto francés de estudios demográficos (INED), publicados en la revista científica BMC Palliative Care, y resumidos en Le Monde del 5 de diciembre, muestran que las peticiones de eutanasia entre los enfermos terminales son raras.
Hasta ahora, los pocos estudios sobre las condiciones del final de la vida en Francia se centraban en los hospitales, y especialmente en las UCI. No tenían en cuenta las residencias de ancianos ni las personas atendidas en sus propios hogares. El estudio del INED analiza una muestra de 14.999 muertes de personas mayores de 18 años, representativa de las 47.872 producidas en diciembre de 2009. Se preguntó (de forma anónima) a médicos generalistas, intensivistas, oncólogos o médicos de urgencias, firmantes de los certificados de defunción, sobre las circunstancias de esas muertes. Se contestaron 5.217 cuestionarios.
En la mitad de los casos (47,7%), se tomaron decisiones médicas que podían tener la eventual consecuencia de acortar la vida, aunque no tuvieran esta intención. La mayor parte de esas decisiones eran conformes con la vigente ley Leonetti (de 2005), que permite aliviar el sufrimiento mediante tratamientos que comporten un riesgo para la vida.
Según el INED, los médicos recurrieron a la abstención de tratamientos destinados a prolongar la vida en un 14,6% de los casos; o suspendieron un tratamiento semejante en el 4,2%; sobre todo, intensificaron las medidas contra el dolor mediante opiáceos o benzodiazepinas (28,1%). Solo en el 0,8% de los casos administraron medicamentos para poner fin deliberadamente a la vida. Con frecuencia, se trataba de sedaciones en casos de urgencia, para evitar asfixias o hemorragias graves.
Las peticiones explícitas de eutanasia son muy raras: sólo en el 1,8% de los fallecimientos
La práctica de la eutanasia voluntaria en sentido estricto –acto de un tercero para poner fin a la vida de una persona que lo pide– son muy excepcionales (0,6% de las muertes): en el 0,2% hubo una administración deliberada de alguna sustancia letal (11 muertes de 4.723). Incluso en estos casos, menos de cuatro son valorados por el médico como eutanasia; los otros son considerados como sedación ante angustia terminal.
Por otra parte, según los médicos encuestados, el deseo de acelerar la muerte solo fue expresado por el 16% de los pacientes en algún momento del tratamiento. Las peticiones explícitas de eutanasia son muy raras: en el 1,8% de los fallecimientos.
El estudio muestra que en torno al 10% de las decisiones sobre el fin de la vida no han sido discutidas con el paciente, aunque estuviera en condiciones de ser consultado. Esa praxis no está amparada por la ley Leonetti. También falla la colegialidad en la toma de decisiones, especialmente fuera del ámbito de los hospitales. El 8% de los médicos reconoce no haber consultado con nadie del entorno sanitario o familiar.
En fin, las directivas anticipadas, previstas por la ley Leonetti para permitir que cada ciudadano precise su voluntad para el final de la vida, sólo habían sido redactadas por el 2,5% de los pacientes. Lógicamente, cuando existían, fueron en un 72% de los casos, “elemento importante” de las decisiones médicas.
Fuente: Aceprensa