Fórum Libertas.-En la actualidad la libertad de abortar es tratado como un fenómeno progresista que libera a la mujer. Un logro del feminismo que independiza a la mujer de las estructuras patriarcales ancestrales. Pero, ¿es realmente así? ¿Las posturas favorables al aborto nacieron de revoluciones sociales progresistas como, por ejemplo, el mayo del 68 francés? Analicemos brevemente la evolución del aborto en el siglo XX hasta nuestros días.
La realidad es que sólo se habla del aborto como una aportación del movimiento feminista y una aportación de la mujer y para la mujer que nace a partir de los años 70 en Estados Unidos. No obstante, esa afirmación no es cierta, ya que cuando la ‘revolución’ abortista desembarcaba en Estados Unidos no solamente ya había empezado hacía muchos años atrás, sino que los máximos que se habían conseguido ya difícilmente se volverían a dar posteriormente.
La Rusia bolchevique, verdadera impulsora del aborto
En primer lugar el aborto empezó en 1917 en Rusia, con la Unión soviética, con el primer gobierno bolchevique. Evidentemente, los bolcheviques no legalizaron el aborto porque creyesen en los derechos individuales de las mujeres, en el marxismo los derechos individuales no existen como tales, solamente existen los derechos de las personas en función de su responsabilidad social. ¿Por qué lo hicieron, pues?, porque el programa bolchevique implicaba un proceso de industrialización que duró muchos años y que causó muchas muertes. Un proceso de industrialización acelerada que requería el máximo de personas activas. Se trataba de provocar una incorporación masiva de las mujeres en la industria y en las grandes granjas colectivizadas, que también imitaban al modelo industrial de producción a escala. La mujer madre no encajaba en este sistema.
Con el paso de las décadas eso provocó un importante problema demográfico en la Unión Soviética, que todavía colea en la actual Rusia porque la tasa de aborto –heredada de la URSS- ha llegado de ser enorme. En la Unión Soviética nunca dejó de ser legal, pero vivió fluctuaciones en su aplicación, algo común en los regímenes comunistas: apretar más o menos una ley en función de las circunstancias provocando así que fuera más fácil o menos abortar.
Aquí empezó históricamente el aborto masivo legal, en la Unión Soviética. Después este modelo fue copiado por el Partido Comunista chino que, en definitiva, en sus orígenes era influido y dependiente del Partico Comunista soviético.
En China el aborto se legalizó por el mismo motivo que lo hiceran los bolcheviques y todavía por una razón más marcada: la industrialización en China tenía que ser más acentuada ya que en la Unión Soviética había una base industrial que China no tenía. Y no sólo eso: a eso se le suma que China sí tenía un grave problema de excedente demográfico, que podía resolver con el aborto.
Este proceso comenzó en el gigante asiático en los años 20 en los territorios ocupados del partido socialista chino y se consolidó con la derrota de los nacionalistas chinos.
Cuando los abortos superan el 15% de los nacimientos es irracional negar su relación con la crisis demográfica, así fue para la URSS y está siendo para China. En Europa no ha sido diferente y se están notando claramente sus efectos.
En Europa la mayoría de países han tendido a converger en el intervalo 20- 25 abortos cada cien nacimientos, con la excepción de Alemania, que está en el 16%. Existen evidencias suficientes como para afirmar que ningún país se situaría claramente por debajo de la tasa de remplazo sin la generalización de aquella práctica. La aplicación de modelos de simulación estableció ya en 1975, que el aborto reducía un 20% la tasa de fertilidad. La situación actual es incluso peor. En una fecha tan temprana como 1999, la investigadora Margarita Delgado anunciaba que ya producía un impacto tangible sobre la natalidad, pero siempre ha sido políticamente incorrecto exponer los efectos del aborto, incluso ahora cuando alcanza cifras trágicas.
Japón, el tercer país por obligación estadounidense
El tercer país que legalizó el aborto fue Japón, pero no el Japón imperial sino el ocupado por la fuerzas norteamericanas tras las Guerra Mundiales. Esas fuerzas decretaron a finales de los años 40 que el aborto sería legal en Japón.
Y aquí es donde se produce la gran contradicción: en el año 50 el aborto era legal en Japón, y hasta 12 años más tarde, en el año 72 no sobrevino legal en Estados Unidos. La pregunta es: ¿es que los militares norteamericanos querían dar más derechos a las japonesas derrotadas que a sus propias mujeres?, es evidente que no. Se utilizaba el aborto para el control de la población y para evitar que hubieran niños que tuvieran ocupadas a las mujeres cuando e país requería una gran capacidad productiva.
No es hasta el año 72 que el aborto cambia de signo y se trastoca: lo que había sido visto como un empuje de la mujer al trabajo industrial y un instrumento de control de poblaciones por sistemas totalitarios o sistemas militares de ocupación, es visto ahora como un signo de progreso y liberación.
Por entonces, autores de la época afirman que la mujer no se podrá realizar hasta que sea igual que el hombre, y ¿qué la diferencia del hombre?, la maternidad. Cuál es el riesgo de no ser feliz, el riesgo que introduce la maternidad por lo tanto hace falta suprimirla o dejarla reducida a cuando vaya bien.
Después esta concepción con el tiempo ha sido criticada aunque se mantiene viva en el meollo del feminismo radical. Un feminismo que ve a la mujer como el hombre, porque el hombre disfruta teniendo varias relaciones con diferentes mujeres, y para que las mujeres sean iguales deben no tener hijos porque supondría un impedimento para ello
Y es que el hombre tienen una tendencia a buscar diversas mujeres, cuando la mujer lo que busca es fidelizar la relación, lo cual no significa que sean verdades absolutas, pero como tendencia es así. Es el mismo mecanismo por el que a penas hay pornografía femenina: el proceso de satisfacción de ambos es diferente. Las mujeres necesitan que la relación sexual incorpore una determinada dimensión de afecto, cosa que el hombre no necesita porque tiene un sistema más límbico, más primario. Esto ha comportado en la actualidad la figura de esa mujer desquiciada que debe trabajar como un hombre pero que como no consigue deshacerse de su realidad como mujer tiene la sensación de que les quedan vacíos.
La normalización legal del aborto es pues un fenómeno muy reciente -y siempre discutido y contestado en todos los sitios- que empezó (si dejamos de lado los países comunistas que no respetaron ningún derecho humano) en USA en 1973 y, desde ahí, se fue extendiendo a Europa, primero, y después al resto del mundo, a impulsos de ideologías, intereses económicos y estrategias políticas hoy muy contestadas (obsesión maltusiana por el control de la población, revolución sexual sesentayochista, imperialismo yanqui, presión de la industria del aborto y la anticoncepción sobre los Gobiernos, ideología de género, etcétera).
El aborto no sólo no está normalizado en el mundo, sino que encuentra cada vez más resistencia en todas partes y, en primer lugar, en Estados Unidos, donde precisamente empezó este fenómeno. En este país, ya una mayoría de la población se define como pro life -provida- y no como pro choice –pro elección-, según la encuesta de Gallup; y más de la mitad de los Estados de la Unión han aprobado en los últimos años leyes restrictivas del aborto con una cadencia que sigue en aumento, a pesar de contar en estos momentos con el Presidente más proabortista de su historia, Obama.
Por otra parte, varios países del ex bloque comunista han aprobado leyes restrictivas del aborto a partir de 1989 (el caso más exitoso es el de Polonia), y en toda la América Latina se está produciendo una gran resistencia a la aprobación del aborto que se exige a aquellos países de forma insistente y colonialista desde Naciones Unidas, ello a pesar de la insistente presencia del lobby abortista.
En la Europa occidental, el aborto es objeto de amplio debate social en países como España, Irlanda, Francia o Italia. En ningún sitio es algo normalizado y pacífico.