asta hace unos años, escuela y familia colaboraban conjuntamente en las tareas educativas. Padres y profesores tenían muy claro cuales eran sus respectivas competencias. Hoy parece que esto ya no es así. Reiteradamente nos llegan las quejas justificadas de los profesores, que se sienten abrumados e incapacitados para llevar cabo unas funciones que les desbordan. Por muy buena voluntad, que a éstos se les suponga, es claro, que nunca podrán asumir el papel que sólo a los padres corresponde representar y no les falta razón cuando nos dicen, que para llevar a cabo su función adecuadamente necesitan la colaboración paterna. ¿Por qué esta falta de colaboración familiar? ¿Por qué los padres están haciendo dejación del sagrado deber de educar a sus hijos?
Las causas pueden ser de diversa índole: Digamos que por una parte la actual situación sociológica favorece poco a la intercomunicación y de dedicación. Al drama de la ausencia prolongada del hogar por parte del padre, se ha unido el drama de la ausencia de la madre por idénticas razones. A ello habría que añadir la inestabilidad familiar, con divorcios y separaciones incluidos, que rompen el equilibrio emocional del niño.
Existen además razones de otro tipo, que nos remiten a la perniciosa influencia de un tipo de pedagogía que se ha dedicado a impartir principios, que comprometen la misma educación y el ejercicio de autoridad, que la hace posible. Alguien durante estos últimos años ha hecho creer a los padres, que la mejor educación es la que no existe que hay que ser omnitolerantes y omnipermisivos, dejando que sea el niño quien se eduque a sí mismo. Como consecuencia de esta ideología iconoclasta, se ha resentido el principio de autoridad de padres y educadores del que tanto adolece nuestra sociedad
Hoy nos encontramos con unas criaturitas convertidas en pequeños déspotas inmisericordes porque padres y profesores no ejercen ya el principio de autoridad como debieran, bien porque no se atreven o porque no les dejan. Nada de imposiciones, nada de disciplina. Dejémosles que crezcan espontáneamente , sin intervencionismos sin complejos y sin prejuicios para que lleguen a ser el “salvaje perfecto” autosuficiente y libre. Nuestra sociedad está influenciada por el prejuicio estúpido de que la orientación está reñida con el respeto a la propia identidad y esto está resultando ser nefasto
No se puede seguir por más tiempo confundiendo autoridad con autoritarismo despótico, disciplina con coerción, comprensión con claudicación, tolerancia con omnipermisividad. Los padres han de comenzar a comprender que se les ha tratado de meter gato por liebre. Han de saber que no es cierto que reprender a los hijos crea en ellos frustraciones y complejos, sino más bien lo contrario, que son las correcciones oportunas las que hacen de barreras protectoras, dando seguridad a su inestable personalidad, al tiempo que le ponen a salvo de muchos peligros que ellos por su inexperiencia son incapaces de prever. Más aún, si nos fijamos bien, es el propio niño quien se siente decepcionado, cuando no recibe la corrección que él espera, por parte de quien debiera hacerlo. Algún día estos niños consentidos y caprichosos nos echarán en cara con toda la razón del mundo, que les hemos dejado crecer sin los valores y exigencias para afrontar una vida llena de riesgos y compromisos. Los padres han de decidirse de una vez por todas a afrontar sin miedos la difícil tarea de educar a sus hijos, conscientes de que la influencia que ellos no ejerzan, otros con menos garantías la ejercerán.
Nadie pone en duda las dificultades que entraña hoy ser educador y padre, en una cultura desprovista de seguridades . Son los tiempos en que los modelos educativos han quedado invertidos. Hoy día son los padres los que han dejado de ser espejo donde los hijos debieran verse reflejados, más bien es al contrario. Son los mayores los que tratan de imitar y parecer ser joven, en un mundo donde quien no es joven no es nadie.
Sucede que en los tiempos que vivimos, no se tienen muy claros los ideales ni siquiera si merece la pena tenerlos. No se está seguro de nada , porque los tiempos que nos están tocando vivir, vienen marcados por la decepción y el relativismo, por el pensamiento débil y la falta de seguridades en todos los órdenes. Tiempos en los que cada cual trata de apañárselas como puede. No, no es fácil ser educador y padre. De lo que sí estamos seguros, es de que los padres siguen queriendo a sus hijos y para ellos buscan lo mejor. Lo cual no es poco. Hace falta eso sí, el coraje suficiente, para ir contracorriente, si es preciso, empeñándose y comprometiéndose en una de las tareas humanas más hermosa que conocemos con el nombre de educación
La dejación educativa de los padres es aprovechada por el Estado para convertirse en el principal agente educativo. A poco que reparemos, podremos darnos cuenta, cómo a lo largo de la historia, los estados han pretendido hacerse con la escuela. El controlar y moldear las mentes a través de la educación, ha constituido su tentación permanente , porque con ello pueden hacer realidad sus ideales políticos y sociales.
No resultaría difícil, recordar en nuestra reciente historia un ramillete de manifestaciones de líderes políticos, que ponen bien de manifiesto, una cierta intencionalidad política de la educación. Rodolfo Llopis proclamaba que la revolución habría de ser obra de los educadores en las escuelas. Gramsci, pensaba que había que apoderarse de la escuela con el fin de utilizarla como caldo de cultivo para llegar al poder. En su momento, también el político socialista Javier Solana manifestó que había que cambiar la escuela para cambiar la sociedad
La mentalidad de nuestros políticos actuales siguen manteniéndose en la idea , sin duda cierta, de que quien domine la escuela, tiene asegurado la sociedad del futuro , de aquí que la educación se haya convertido en una instrumentalización de los intereses políticos. Hoy en España la utilización de la escuela es un hecho. El agente principal de la educación es el Estado, nos hemos olvidado de los padres que en realidad son los poseedores legítimos del derecho a la educación, siendo ellos y no otros son los que tienen que decidir cual ha de se la formación que han de recibir sus hijos. La educación española no se arregla con cambiar la asignatura de Educación de la ciudadanía por la de Educación Cívica y Constitucional , para de esta forma seguir adoctrinando al ciudadano en los valores característicos del sistema político vigente, hay que ir más lejos. Se hace preciso despolitizar la escuela y devolvérsela a las familias que es a quienes les pertenece.Fuente:Análisis digital