Las vacaciones nos acercan «al otro» de un modo distinto, intenso, social e íntimo.
Leí un simpático tuit hace unos días. Decía algo así: «En la playa. Se confirma, la operación bikini ha vuelto a fracasar este año». Efectivamente, el verano y la canícula nos desnuda. Lo que el invierno alimentó, engroso y escondió (figura, cicatrices, imperfecciones, y excesos…) aparece ahora, a plena luz, como un cuerpo desconocido y «sorprendente». Pero el calor y las vacaciones nos enfrentan también a otro tipo de desnudez: la desnudez familiar, la desnudez conyugal. Las vacaciones nos acercan «al otro» de un modo distinto, intenso, social e íntimo, lejos de los asideros de la cotidianidad, de la individualidad del trabajo, de las rutinas agendadas y de los tiempos pactados. Nos exponemos a los demás, cónyuge o hijos, sin el abrigo de la rutina, el confortable calor de los compromisos ineludibles o el cómodo recurso de la falta de tiempo. En vacaciones, jugamos en el campo de la desnudez más íntima. Haber alimentado ese «tú y yo» con espacios propios fuera de las rutinas, harán esa «desnudez» cálida y deseable. Justo al contrario que con la «operación bikini». Si, por el contrario, no la hubieramos alimentado adecuadamente durante el invierno, descubriremos una unión intima incomoda e hiriente llena de desconocimiento, desconfianza, desinterés, y quizá también de ninguneo y manipulación, minando la esperanza de que esta unión continúe.
Los directivos españoles también quieren conciliar via @abc_es http://t.co/Y72Bixomq9
— Nuria Chinchilla (@NuriaChinchilla) July 19, 2015
Problemas en la familia
Entre el 1 de julio y el 30 de septiembre del año 2014 , en España se registraron 27.266 peticiones de divorcio, un 12,5% más que en el mismo periodo de 2013, según una encuesta del Consejo General del Poder Judicial. Tres de cada cinco (16.456) se presentaron de mutuo acuerdo. El resto, (10.810) no consensuadas. Pero ¿es la moda o el ambiente divorcista el problema, o el modelo de persona que nos dejamos construir? ¿Somos una sociedad constructora de «egos» desvinculados de su realidad humana? ¿Es el ambiente, o somos las personas concretas las que fallamos? Somos esposos, hermanos, hijos, no por convenciones, poderes políticos, ideologías o religiones: lo somos por ser humanos. La conyugalidad genera un primer vínculo de pertenencia que nada tiene que ver con los poderes políticos e ideológicos. Es una ideología propia, es un poder natural. La familia tiene en ocasiones problemas y elementos que pueden ser insoportables, ser conscientes es el primer paso para curarlos, prevenirlos y sobrellevarlos o incluso aislarlos en más de un caso. «Si espero perderé la audacia de la juventud» dijo Alejandro Magno. La rendición es el primer paso al individualismo. Solo el buen manejo de los elementos personales más cotidianos, podrán hacer durar el amor, dar sentido y corrección a estas enfermedades y cuidar este compromiso fundador de cobijo humano. Audacia sin rendiciones, frente a la soledad del desarraigo. «Más vale encender una cerilla que maldecir la oscuridad», dice un antiguo proverbio. Expuestos a la luz, podemos descubrir, corregir, y fomentar, más allá de sueños de perfección y eterna juventud, lo mejor de esta desnudez más íntima.