oday’s review is about the second part of chapter XXII “La condición amorosa” (“The amorous condition”).
In Marías’s opinion, the amorous condition of our life doesn’t come from our feelings, psychic condition or psychological tendencies but it comes from our reciprocal sexed necessity. Man and woman feel a mutual attraction.
Regarding this, Marías asserts that the amorous condition is typical of Man and it comes from its sexed condition. He also says this sexed condition is polar, disjunctive and reciprocal, and therefore our personal necessity is basically heterosexual. In short, the most important fact for our philosopher is that every kind of love is organized and developed in relation to the sexed love.
The amorous condition is the alveolus where love germinates, sets itself up and occurs. It is the place where love is possible.
Finally, Marías says we must differentiate friendly and love relationships. Carnality takes part in both but in a different way: in a sexed dimension when we talk about friendship and in a sexual way when we talk about love. Man projects himself in an amorous way towards woman and vice versa, and through these projections different types of attractions come up.
Next week we will present the first part of chapter XXIII “Amor y enamoramiento” (“Love and infatuation”).
A continuación nos adentramos en la segunda parte del Capítulo XXII: La condición amorosa de Julián Marías Antropología metafísica.
En esta segunda parte del capítulo, Julián Marías afirma que es la condición sexuada la que nos conduce a la condición amorosa, esta parte de la necesidad sexuada de cada uno de nosotros. Es por ello que nos dice que: “La condición amorosa de nuestra vida se deriva, nos informa Marías, no de nuestros sentimientos, estados psíquicos o predisposiciones psicológicas, ni siquiera de nuestro entusiasmo por una persona del otro sexo, sino que nuestra estructuralmente recíproca necesidad sexuada, que «ocurre» o «acontece» argumental, dramática y vectorialmente en nuestra unitaria instalación vital”1. Aunque las relaciones entre hombre y mujer se mueven dentro de la posibilidad del enamoramiento, no siempre se realiza. “El hecho de la atracción sexual entre hombre y mujeres es tan elemental –y por ello tan importante-, que es lo que parece reclamar la atención de que piensa sobre tales asuntos. Desde cierto momento de la vida hasta otro muy lejano –si es que éste último existe -, el hombre y la mujer sienten atracción mutua, en muy diversos grados, y que tiende a individualizarse”2. Marías en el capítulo ‘Los vectores de la condición amorosa’, de su texto La felicidad humana3, afirma que lo más propio del hombre es su condición amorosa y el ámbito donde se constituye esa condición es la condición sexuada, disyuntiva, polar y recíproca, es decir, la necesidad personal es básicamente heterosexuada, también heterosexual, pero no siempre, por lo que el ámbito de la condición amorosa es la necesidad personal sexuada.
Dentro de las formas del amor Julián Marías hace referencia, no solo al heterosexuado, sino también al experimentado durante la niñez, el adulto joven, la pubertad -cuando alcanza plenamente su condición sexuada al poseerla íntegramente-. Lo más importante para nuestro filósofo es que toda forma de amor se desarrolla y organiza en relación al amor sexuado. Además, nos dice, que la condición amorosa parte “de la estructura esencial de la vida humana y de su estructura empírica”4.
Este capítulo le sirve a Julián Marías como antesala para la exposición del próximo que lleva por título Amor y enamoramiento. Es por ello que realiza un muy breve comentario del significado de la palabra enamorarse, entendida como “la instalación de la persona en su condición amorosa en su concreción respecto de otra persona”5; sirviéndole de elemento explicativo previo y, a su vez, de enlace. Ya que como nos dice al finalizar “La condición amorosa es sólo el alvéolo donde el amor es posible, donde puede germinar, constituirse y acontecer; será menester ahora volver la mirada a esta nueva realidad”6.
El hombre es futurizo y enamoradizo y se mueve en esta proyección efusiva en que se vierte la propia personalidad sobre otras persona. Hay que distinguir en nuestras relaciones las amorosas y las amistosas. En ambas la carnalidad interviene, pero en la amistad en su dimensión sexuada, mientras que en el amor se mueve en el horizonte de lo sexual. El hombre se proyecta amorosamente hacia la mujer, y viceversa, surgiendo diferentes atracciones.
La próxima semana continuaremos con la exposición del Capítulo XXIII: Amor y enamoramiento.
Fuente:Análisis digital