No me preocupa tanto la laxitud moral de nuestros jóvenes como la falta de conciencia social, que es un también problema moral, pero, sobre todo, social, de la organización y funcionamiento de nuestra sociedad. “La inmensa mayoría de españoles se opone a una rebaja de impuestos si ello supone una menor calidad de los servicios públicos”, dice la noticia, pero parece que esto no afecta a los encuestados, para los que alguna forma de “rebaja de impuestos”, el fraude, les parece justificable, con argumentos como “todos tienden a hacerlo” o que, gracias a ese fraude selectivo, “se consigue un cierto equilibrio”. Sí, ya sé que una encuesta no permite afinar mucho en cuanto a las actitudes de los encuestados, pero… no me negarán que algo huele mal en nuestra sociedad, cuando exigimos que el gobierno mantenga el gasto y justificamos que los ciudadanos no paguen los impuestos. Quizás no sea tanto un problema ético, como de comprensión de la realidad: ¿de dónde vienen los fondos con los que el Estado sostiene el gasto social? El problema moral se llama justicia, y ya se ve que no tenemos una idea muy clara de en qué consiste esa justicia, al menos cuando nos referimos al cumplimiento de los deberes fiscales. Y el problema social se llama bien común: entendemos lo que es nuestro bien particular (el “salir adelante” o el “conseguir un cierto equilibrio”), pero no cuál es el bien de nuestra sociedad.