Pornografía y política

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12 junio, 2019ForumLibertas.comEditorial

Un nuevo estudio, esta vez realizado en jóvenes españoles, revela la extensión de la pornografía entre los adolescentes, y ya, también entre los niños, porque si bien la media de edad de acceso es a los 14 años (para las chicas los 16), cada vez la frecuentan a edades más tempranas; los 8 años es el registro actual.

Este hecho tiene amplias repercusiones en la vida de las personas. Fomenta la prostitución que, a su vez, favorece el trágico tráfico de mujeres. Las convierte en objetos a ojos de muchos hombres, abre la puerta a la violencia, destruye relaciones matrimoniales, modifica la visión de la mujer y del hombre, crea con facilidad adicción, hasta un 30% de quienes la consumen son adictos, y es más del 80% de la población masculina quien en una u otra ocasión accede a ella.

La pornografía es un problema político porque engendra peligrosos daños colectivos. No es solo un hecho individual que se resuelva en la privacidad de cada conciencia, sino que por sus consecuencias deriva en un mal común que necesariamente la política debe abordar, como todos los males de esta naturaleza.

El escándalo ya es mayúsculo, y ya no son “timoratas” voces cristianas las que denuncian el hecho, sino una parte sustancial del feminismo, y de la opinión pública. Lo que demuestra, una vez más, que el diagnóstico cristiano de los males de nuestro tiempo se confirma como acertado y anticipado al reconocimiento por parte de la sociedad. Y también confirma como la reacción secular es tardía, cuando el mal está tan extendido que es mayoritario y, por consiguiente, muy difícil de atajar desde las políticas democráticas. Porque ¿cómo actuar contra ella cuando la gran mayoría de los hombres, y una parte de las mujeres, la consumen, y a la vez son votantes que avalan con su voto los gobiernos y sus políticas?

Porque, seamos claros, no existe un problema de “pornografía juvenil”, sino que su consumo creciente y masivo es consecuencia de que es la sociedad la pornógrafa. Son padres, maestros, educadores, organizaciones de jóvenes, partidos políticos, medios de comunicación, instituciones de gobierno quienes la alientan directamente o promueven una cultura que la incentiva. Cuando la educación sexual pública se ha convertido básicamente en métodos para evitar las ETS y el embarazo, reducido a aquella condición, y cuando todo radica en la obtención de placer y no existen demasiados limites, la puerta está abierta a la búsqueda de más y mayores estímulos. Cuando el cultivo de la virtud ha desaparecido de la educación y la vida pública, la fidelidad en la relación de pareja se convierte en algo circunstancial, la promiscuidad y la provocación sexual son celebradas ¿cómo van a detener la pornografía? Cuando el padre es consumidor ¿cómo va a educar a su hijo? Ese es el problema. Y eso explica la tímida respuesta de la ministra Montón cuando fue inquirida por la posición del gobierno. La realidad pura y dura es que el gobierno no tiene respuestas, como no la tienen el resto de los partidos, porque hasta que el escándalo se ha convertido en mayúsculo, han jugado la baza de su aceptación o, como mínimo, de su tolerancia

Ante problemas de esta naturaleza sorprende la incapacidad cristiana para hacerse presente en la vida política de este país. Porque una corriente social cristiana organizada en el seno de la sociedad sería un instrumento potentísimo para dinamizar las soluciones, a la vez que normalizaría la presencia de la concepción cristiana en el espacio público, lo que sin duda favorecería a la escucha y recepción de su palabra.

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