Líderes con alma || Blog Nuria Chinchilla, profesora del IESE

Medir el éxito personal en función del éxito profesional esconde un reduccionismo absurdo: el de rebajar la vida de la persona a su faceta profesional. O por lo menos, el reSon palabras de mi colega del departamento de Dirección de Personas en las Organizaciones del IESE, la profesora Mireia Las Heras, que el pasado 12 de junio ingresó como académica de número en la Real Academia Europea de Doctores (RAED), en Barcelona. El título de este post, Líderes con alma, es el que la RAED dio a su resumen del discurso de ingreso, que podéis leer aquí.
Así pues, la tarea que tenemos por delante los directivos, los profesores de escuelas de dirección, los legisladores y los educadores en general es inmensa. Fomentar que las personas valoren no solo la satisfacción de sus necesidades fisiológicas y psicológicas, sino también que valoren el satisfacer esas necesidades en otras personas. Fomentar entornos en los que con esfuerzo y constancia las personas quieran aprender y estén dispuestas a desaprender cuando sea necesario. Facilitar que haya un compromiso social, en las familias, en las empresas, en la ciudadanía de modo que el bien común esté por encima de cualquier bien particular.
Este es el verdadero valor del liderazgo. Del liderazgo ejercido en las empresas. En las familias. En las escuelas. En el entorno social. El liderazgo que hace personas mejores: que saben más. Y mejores personas: que quieren más. Personas más capaces de afrontar las dificultades con buen ánimo porque valoran el bien que con ello pueden generar. Y personas con mayor deseo de afrontar este reto de hacer una sociedad mejor, más justa y más caritativa”.
Para llegar a ser un líder “de verdad” es preciso previamente ser una persona completa, equilibrada, con ideas claras acerca del uso de la propia libertad y de sus límites. Es ese equilibrio que da la clave para saber que la profesión hay que llenarla de valores que no sean tan sólo el dinero y el poder, aún a costa de ser tomado por ingenuo, cuando no por estúpido.
Los líderes “de verdad” no hacen nunca de sí mismos el centro de atención. Los líderes completos son discretos, pero decididos; silenciosos, pero llenos de coraje. Los mejores no apabullan con su ego, sino con su humildad. Saben construir organizaciones. Tratan de avanzar con los demás y nunca a costa de los demás. Son, evidentemente ambiciosos, pero primero y principalmente para sus instituciones, no para ellos mismos. Los líderes ejemplares evitan siempre, además, extravagancias y excesos en su estilo de vida.
Son muchos los matices que se recogen en esta parte final del trabajo de la Dra. Las Heras, pero quiero centrar mi atención en uno de los más decisivos: la capacidad del líder de generar más confianza, hacia fuera y hacia dentro de su organización como argamasa básica de la unidad en la organización.“
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