Eutanasia, no; eubiosia, sí… los médicos católicos italianos explican en qué consiste

Qué es la eubiosia? Del griego “vivir bien”, la eubiosia es lo contrario de la eutanasia. Es “la buena vida, el verdadero desafío para un renovado humanismo del cuidado, que se reafirma potenciando el admirable compromiso personal y profesional, científico y humano, que siempre ha distinguido la acción médica en la lucha diaria contra la enfermedad, a favor de la dignidad de la vida, nunca suficientemente comprendida”.

Así lo explica el Manifiesto que ha difundido el presidente de la Asociación Médica Católica Italiana (AMCI), Filippo M. Boscia, comentando los movimientos para intentar implantar la eutanasia en Italia. 

(España, por desgracia, y quizá para vergüenza del catolicismo español, no tiene una asociación médica católica).

Boscia protesta al escuchar que “algunos comienzan a distinguir entre “vida” y “no vida”, entre “digno” y “no digno”, entre “morir con dignidad” y “morir sin dignidad”, etiquetando así muchas condiciones de vida con juicios subjetivos y arbitrarios frágiles”.

“Debemos tener mucho cuidado para no aceptar fácilmente lo inhumano como piedad, lo inhumano como si fuera una compasión razonable”, advierte.

“Creemos firmemente que el suicidio asistido y la eutanasia no pueden incluirse entre los deberes profesionales y éticos del médico. Estas opciones no son posibles ni practicables en la alianza médico-paciente y en la relación de cuidado y confianza: el médico se encontraría en conflicto moral consigo mismo, especialmente si sus actividades fueran meras actuaciones técnicas sin valor humano y ético”, añade el manifiesto.

Acompañar, cuidar, evitar el encarnizamiento, no matar

“En el proceso de morir la acción del médico debe ser de acompañamiento, de empatía, de proximidad humana, de compromiso profesional, ciertamente renunciando siempre a terapias desproporcionadas o extraordinarias, inútiles, fútiles y onerosas”, añade.

Pide “garantizar el acceso a los cuidados paliativos y a la terapia del dolor” y que esto se logre “de manera homogénea y universalista”, atendiendo “al enfermo terminal en un camino existencial, sustentado al máximo por las relaciones humanas y afectivas”.

Los buenos médicos “tienen la obligación de indicar la proporcionalidad de los tratamientosteniendo en cuenta la historia natural de la enfermedad. Siguen teniendo la obligación de realizar terapias del dolor y cuidados paliativos adecuados, eficaces y completos sin excluir apodícticamente las sedaciones paliativas profundas y sin provocar nunca actos de abandono, sustracción o ausencia de atención”.

Los médicos católicos, aclara, no pueden “administrar drogas con fines de eutanasia o complacer los deseos suicidas”.

“A los médicos no se les puede asignar la tarea de causar o provocar la muerte”, protesta Boscia. “En el caso de una ley intrínsecamente injusta, el médico tendrá siempre el deber de obedecer a su conciencia profesional”.

Peligro para la democracia, el bien común y las personas frágiles

Además, despenalizar la eutanasia, “puede comprometer los fundamentos mismos de la democracia y el bien común y alterar los principios de solidaridad y justicia reservados para las personas más frágiles. Insistimos en que el Estado nunca niegue formas de asistencia y protección a los enfermos crónicos, ancianos, discapacitados, enfermos mentales, etc., apoyando así formas de eutanasia social o selección de frágiles y débiles”.

La Asociación de Médicos Católicos nació durante la ocupación alemana de Roma, en 1943, cuando en la Acción Católica italiana se decidió que las organizaciones de laicos se organizaran con “formación específica y capacidad de influencia profesional”. En julio de 1944, el presidente de la Juventud de Acción Católica, Luigi Gedda, y 7 médicos de entre 30 y 40 años, se reunieron en la iglesia de los padres barnabitas en Roma, en la fiesta de su fundador, San Antonio María Zaccaria -quien siempre se mostró interesado en la medicina- y ante su altar se comprometieron en fundar esta asociación, hoy presente por toda Italia.

Fuente: Religión en libertad